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Crónica | Jazzaldia donostiarra

Destreza, musicalidad y duende

Buena jornada jazzística en el segundo día de Jazzaldia donostiarra. Un día marcado por la lluvia –intermitente en frecuencia e intensidad–, por presentar algunos de los conciertos de jazz más interesantes de esta edición y por el homenaje al recientemente desaparecido Raúl Mao, fundador y director, hasta su último aliento, de la publicación especializada «Cuadernos de Jazz».  

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Yahvé M. de la Cavada

Fue precisamente en el concierto en celebración por el veinte aniversario de esta revista, en el Jazzaldia de 2010, cuando Vijay Iyer visitó el festival por primera vez, como teclista del grupo del gran Wadada Leo Smith. Ya entonces se reveló como lo que era: un intérprete magnético, original y con un gran universo musical, aún en expansión. Su regreso al Jazzaldia en la tarde del miércoles nos presentó a un Iyer más maduro.

Acompañado por su fiel Stephan Crump y por el extraordinario baterista Tyshawn Sorey, Iyer presentó un trío muy compacto, tremendamente basado en la interacción y la colectividad: un grupo que no sostiene individualidades, sino que las reafirma como parte de un todo, auténtico quid de la cuestión en su caso. Como solista quien deslumbró fue Crumquedan duda, uno de los nombres más fascinantes del contrabajo actual. Sorey, por su parte, es un instrumentista global: cada sonido que produce responde a una creatividad y sensibilidad superior. Por algo es también uno de los principales bateristas norteamericanos del momento. Iyer, por su parte, parece haber refinado su fraseo, limando algunas aristas para, tal vez, hacerlo algo más accesible al gran público. Su música sigue manteniendo la osadía rítmica, superponiendo capas con diferentes patrones percusivos para crear una fascinante telaraña acústica. Armónicamente más sencillo que en sus primeros años, Iyer consigue así llevar al público hasta pequeñas catarsis generadas por la intensidad y la mencionada interacción del grupo. El pianista está llamado a ser uno de los más grandes del jazz del siglo XXI. Y lo sabe.

Steve Swallow, por su parte, es uno de los más grandes del pasado siglo, y de este también, por qué no. El suyo es un perfil discreto, amable, aparentemente inofensivo. Pero, cuando su bajo comienza a sonar, cuidado: puede que acabes escuchando solo lo que él toca. Pocos bajistas contemporáneos tocan con su absorbente musicalidad, y es que su acompañamiento puede escucharse como un solo constante e inagotable. En la plaza de la Trinidad presentaba su nuevo disco "Into The Woodwork" (Watt/ECM/Distrijazz) y el quinteto con el que lo ha grabado, con su inseparable Carla Bley y tres músicos muy interesantes: Chris Cheek, Steve Cardenas y Jorge Rossy. Si bien el grupo sonó cohesionado y rotundo, al repertorio le faltó algo de la magia de otros proyectos de Swallow, y el concierto en la Trini quedó un poco frío en relación a otras visitas del bajista. Aún así, no bajó de notable alto. Aún en horas bajas, Swallow y sus acompañantes son algo muy serio.

Antes del segundo concierto de la noche, Miguel Martín hizo entrega de una placa en memoria y agradecimento a Raúl Mao -por veinte años de estrecha colaboración-, a María Antonia García, compañera de Mao y directora de «Cuadernos de Jazz». Un momento emocionante para muchos habituales del festival y muy especialmente para quienes tuvimos el honor de trabajar muchos años junto a Mao. Justo después se subió al escenario el gran Jorge Pardo, tal vez el solista más brillante del jazz estatal. Presentaba su último álbum arropado por una veintena de músicos compuesta por debutantes y unos cuantos veteranos de altura, como David Pastor, Marc Miralta, Josemi Carmona, Pablo Martín Caminero o Bandolero. Todos fantásticos pero, por encima de todos, el maestro Pardo. Una fuerza de la naturaleza que va más allá del dominio del instrumento. Flamenco y jazz confluyen en su discurso sin tensión de ningún tipo, y con mucha magia. Su sonido, orgánico e inimitable, puso en órbita a la Trini en varios momentos, con especial mención al "Round Midnight" que interpretó en solitario a la flauta. Pardo, como los grandes, es un músico que genera emociones y sensaciones. Duende, lo llaman.

Beñat Achiary San Telmo museoan, barrutik eta kanpotik

1947an Donapaleun jaioa, Nafarroa Beherean, Beñat Achiary txundigarriak zuzenekoa eman zuen atzo gauerdian San Telmo museoan; aurretik gurekin berba egiteko tartea hartu zuen, eta «Sasoinen bizkarrean» ikuskizuna aurkeztu. «Bi espaziotan, klaustroan eta elizan joko dut, seme Julenekin eta lagunekin». Zuzenekoak bi alde ezberdindu izango ditu, bata Elizakoa, bikotean emana Philippe de Ezkurrarekin -frantziar Estatuko soinujolerik hoberenetarikoa ei da urruñarra-, «Ipar Euskal Herriko herri kantekin, intimoa eta barnekoa, inprobisaziora emana» -oraindik atal honetarako piezak konposatzen ari zirela adierazi zuen, pentsa!-; eta beste partea, Larrosa Salbaiak hirukotean (Michel Queuille pianoan eta Julen Axiari perkusioan lagun dituela), klaustroan.

«Hemen jazz kanta ezagunak emango ditugu, Duke Ellington, Don Cherry... -biziki maite ei ditu estandarrak-, baita ene konposaketak ere, zenbait poetaren testuak jasotzen dituztenak (Joxean Artze, Aguxtin Zamora...) eta ipar aireak, gure manerakoak. Ama lurrari lotua izango da atal hau, argitsuagoa», azaldu zuen.

Europa partean etxean baino ezagunagoa ez ote den galdetu, eta «mugak egin du bere lana aspalditik, ez bakarrik politikoak, baita kulturalak ere», ihardetsi digu abangoardiako inprobisatzaileak. Gainera, jaialdi batzuk direla medio, frantziar Estatuan «espazio aberatsa izan dugu kantari tradizionalek -dio-, musika eta dantzarentzat».

Errobiko festibalaren bultzatzaile ere badenak elizetan kantatzea maite duela ere argitu zigun, «soinu aldetik urrats bakoitza abentura bat da». San Telmon, beraz «gozatuko dut aunitz». Anartz BILBAO

 
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