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Los bisabuelos bayoneses también se divertían a su manera hace cien años
La Mediateca del centro de Baiona recoge una sencilla pero interesante exposición sobre el modo en que se celebraban las fiestas desde finales del siglo XIX hasta 1932, año en el que se oficializaron. Nuestros bisabuelos, aunque con escasos medios, también sabían divertirse.
Arantxa MANTEROLA | BAIONA
Aunque ya existían actos festivos de carácter religioso, el 14 de julio de 1880 marca un antes y un después en la historia de las fiestas de carácter popular. Instaurada como fiesta nacional francesa para conmemorar la toma de la Bastilla en 1789, a partir de ese año las grandes celebraciones y actos festivos acentuaron dicho carácter y, junto a los Carnavales, se convirtieron en los momentos fuertes, también en Baiona.
A partir de dicho año ya se tiene constancia de la existencia de un comité de fiestas si bien, debido a la relevancia que fueron adquiriendo a posteriori, el alcalde Joseph Garat no le dio el marchamo de comité oficial de fiestas hasta 1912.
Por ejemplo, las de 1899 marcaron el apogeo de las fiestas tradicionales, que fueron aumentando su notoriedad en las siguientes ediciones en las que se añadían iniciativas novedosas como el concurso de carros floridos, preámbulo del Corso Luminoso de hoy en día. Cuentan las crónicas de la época que en 1901 se celebró la primera batalla de flores que atrajo a «una multitud de extranjeros que llegaban a Baiona en trenes especiales».
Postguerra
Las fiestas de 1919, las primeras tras la interrupción forzosa de la 1ª Guerra Mundial, fueron sencillas y estuvieron caracterizadas por la falta de medios. Los actos se limitaron a un homenaje a los muertos en la contienda, al repique de campanas durante el desfile oficial en el que, además de las autoridades civiles y militares, también participaron los alumnos y profesores de la villa, y a una retreta con antorchas acompañada por una banda. El bando municipal que sirvió de programa, anunciaba como posible la iluminación de las calles por la noche, pero como recogió el diario «Le Courrier de Bayonne» el 15 de julio de ese año, finalmente no pudo realizarse por la falta de gas para el alumbrado.
En los siguientes años fueron surgiendo asociaciones y amicales (embriones de las actuales peñas) y comenzaron a celebrarse fiestas a nivel de barrios.
El 19 de setiembre de 1926 tuvo lugar otro evento que quedó sellado en los anales de la historia de los festejos. Una fiesta náutica tuvo lugar durante la noche en la capital labortana. El acto más relevante fue el concurso de barcos engalanados e iluminados. Así, algunos parodiaron un iceberg habitado por un oso polar, otros un bañista enorme fumando un puro sobre una plancha de surf, también había un barco reconvertido en góndola...
Unos años más tarde, en 1932, para favorecer el comercio baionarra que sufría ya de la gran crisis económica de los años 30 y animar a la población, la cuidada labortana siguió el ejemplo de otras ciudades, como Iruñea y, por primera vez, se organizaron cinco días de festejos consecutivos, del 13 al 17 de julio que no tardaron en convertirse en las fiestas tradicionales que han ido evolucionando hasta las que conocemos hoy.
En la Mediateca del centro, cercana a la catedral, pueden verse hasta finales de agosto interesantes crónicas, fotos antiguas y carteles relativos a las fiestas anteriores a 1932, año en el que se oficializaron las fiestas tradicionales de Baiona, cuya 81ª edición se está celebrando estos días.