Han tenido que pasar diez carreras para que Lewis Hamilton se hiciese a su nuevo volante, el del Mercedes, y lograse su primera victoria con la escudería alemana en la Fórmula Uno. El inglés asombró a diestro y siniestro en el GP de Hungría, disputado en el circuito de Hungaroring, al cruzar la línea de meta en primera posición, por delante de Kimi Raikkonen (Lotus), que adelanta a Alonso en la general, y Sebastian Vettel (Red Bull), que se afianza en el liderato del Mundial de pilotos.

El asombro que creó el británico se debe al gran ritmo que mantuvo durante las 70 vueltas de las que constaba la carrera, ya que nadie fue capaz de seguir la estela del campeón del mundo en 2008 con McLaren.

El inglés tenía una espina clavada esta temporada después de haber logrado tres terceros puestos -Malasia, China y Canadá- y ver cómo su compañero de equipo, el alemán Nico Rosberg, le había ganado la partida en varias clasificaciones y ya acumula dos victorias este año, aunque ayer se vio obligado a abandonar en la vuelta 65.

La segunda posición de Raikkonen también dejó asombrados a los seguidores, ya que el finlandés se había sentido muy incómodo todo el fin de semana en el trazado húngaro, había salido desde la sexta posición y su compañero Romain Grosjean había presentado mejores credenciales para luchar por la victoria, ya que había logrado el tercer mejor tiempo de la Q3.

Sin embargo, en un trazado donde se alcanzaron altas temperaturas, Iceman mantuvo la segunda plaza ante el acecho en las últimas vueltas de Sebastian Vettel, que finalmente se tuvo que conformar con el tercer escalón del podio húngaro.

Fuera de él se quedaron un Mark Webber (Red Bull) espectacular después de haber salido desde la décima posición -fue el único entre los diez primeros en salir con neumáticos de compuesto duro- y un Fernando Alonso (Ferrari) que se quedó sin suministro de agua por un fallo en el sistema de hidratación con más de 40 grados.

Nerviosismo inicial

En la salida ya se apreció el nerviosismo que invadía a todos los pilotos. Nada más apagarse los semáforos, la carrera se puso muy bonita y emocionante. Hasta tal punto que las ganas y los intereses de progresar en la clasificación hicieron que varios monoplazas se tocasen, como el Mercedes de Rosberg y el Ferrari de Massa, haciendo saltar por los aires trozos de alerón del coche del brasileño, aunque no sufrió consecuencias negativas.

En esos primeros metros de carrera, Vettel también se las tuvo que ver con un Grosjean muy agresivo durante toda la carrera. De hecho, el francés de Lotus fue sancionado con un paso por la calle de talleres en la vuelta 37 por un adelantamiento a Massa por fuera de una curva. Además, en otro intento de adelantar a Button, tocó al inglés y el galo tuvo que recortar, saltándose una de las chicanes del circuito.

En la vuelta 20, después de que los aspirantes al triunfo hubiesen hecho su parada, Webber se puso al frente de la carrera, seguido por Hamilton y Button, que frenó ligeramente el ritmo de los que circulaban detrás de él -Vettel, Alonso y Grosjean-.

El australiano de Red Bull entró en boxes en la 24, momento en el que Hamilton retomó el liderato y ya nada se interpuso en su camino hasta cruzar la meta, después de parar también de nuevo en la 32 y en la 51. En ambos casos, el inglés tuvo que adelantar a Button y Webber, pero pudo alzar los brazos para igualar el récord de cuatro triunfos en Hungría del Káiser, el alemán Michael Schumacher.