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UDATE | Carlos GIL, Analista cultural

Frágil

 

La creación es un proceso de alquimia sensorial y coordinación física que no se puede atrapar en un tubo de laboratorio. Escribimos con un número limitado de letras, no podemos colocar a nuestro libre albedrío las consonantes y las vocales, utilizamos las conjunciones y los gerundios dentro de una reglamentación coercitiva, y sin embargo, utilizando los mismos materiales a algunos les sale un poema excelso y a otros un decreto o una canción de verano.

En casi todas las artes se utilizan mecanismos similares, las notas del pentagrama solamente admiten combinaciones que tienen que ver con los logaritmos matemáticos, al igual que ese bailarín basa su pirueta en una gramática de gestos que acomoda figuras que cuando se rompen puede ser para lograr el ridículo inmediato o la gloria diferida. Hasta en el arte plástico contemporáneo, aunque todo parezca aleatorio, existen unos códigos que ayudan a la ubicación espacial o cromática. Las formas y fondos parten de una experiencia anterior que se acumula y condiciona.

Dentro de ese orden, convocados por la tradición y el academicismo, cuando alguien se sale del sistema operativo aceptado, ya sea por daltonismo o por una actividad neuronal con diferente frecuencia de conocimiento y conexión con el conjunto, se puede acercar al borde del abismo o en la primera línea de la vanguardia rupturista. Es cuando el arte, la creación, se torna más frágil. Es cuando necesita más cuidado y atención. Más soporte, más apoyo. Apostar siempre por lo mismo es muy conservador, una manera de perpetuación de una mediocridad estandarizada que no inquieta. Busquemos la excelencia en la frágil diferencia que nos cuestione.

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