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UDATE | miguel urban, coordinador de la obra «de la nueva miseria»

«La estructura de la universidad es feudal y caciquil; por ahí no pasó Robespierre»

Gestor cultural y miembro de Izquierda Anticapitalista, Miguel Urban coordina, junto a Joseba Fernández (investigador de Ciencia Política en la UPV-EHU) y Carlos Sevilla (abogado laboralista), la obra colectiva «De la nueva miseria. La Universidad en crisis y la nueva rebelión estudiantil», que analiza los retos de la educación superior en tiempos de privatización y mercantilización.

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Alberto PRADILLA | MADRID

La imposición del proceso Bolonia ha transformado el modelo de universidad, tanto en el Estado español como en el resto de Europa. Diversos autores, entre los que se encuentran Giulio Calella (doctor en Sociología por la Universidad de Sapienza, Italia), Ravi Kumar (profesor de Sociología en la South Asian University) Jaime Pastor (profesor de Filosofía Política y Social en la UNED, Estado español) o Panagiotis Sotiris (profesor de Filosofía Política y Social en la Universidad del Egeo, Grecia) analizan el alcance de la mercantilización de los estudios superiores y su conversión en una entidad al servicio de las empresas.

¿Estamos ante la desaparición de la universidad pública?

No desaparece, muta. Alguna gente podría decir que nos quieren privatizar la universidad, pero es falso. No es rentable; solo algunas partes, que es lo que quieren privatizar. El resto hay que dejarlo para que lo paguemos entre todos. Los edificios ruinosos que se caen, como ocurre en la Complutense, en Madrid. Quizás si hay una nueva burbuja inmobiliaria en 2030, sí que los quieran privatizar.

En la obra apuntan a una transformación del modelo universitario y denuncian su sumisión a los intereses del mercado. ¿Hacia dónde se dirige?

La transformación de la universidad no se produce porque la haya pensado algún empresario: cumple una función social dentro de la producción y la configuración de la hegemonía de clase. Es un plan y una estrategia a nivel internacional. Pasamos de lo que era una universidad, entre comillas, de masas, con una cierta democratización del acceso, a una más restringida, que podría catalogarse como universidad-empresa. Al hablar de democratización nos referimos al acceso, no a la estructura, que sigue siendo, básicamente, feudal y caciquil. Robespierre no ha pasado por la universidad, ni siquiera por la francesa.

¿El objetivo es que entren menos alumnos pagando más?

Actualmente hay unos grados donde todavía va accediendo un número de gente, especialmente de clase media, pero donde entra cada vez menos clase trabajadora. Y tenemos unos masters de excelencia donde se asegura lo que se denomina el poder simbólico de la universidad. Lo que Ortega y Gasset denominaba «capacitación para mandar». Ahí entran los masters, a los que no accede cualquiera. Por ejemplo, uno de dirección de empresas en la Universidad del Opus Dei de Nafarroa costaba 66.000 euros al año. ¿Por los maravillosos profesores y profesoras que tiene? No. Simplemente, porque te vas a relacionar con aquellos que pueden pagar 66.000 euros al año, con lo cual vas a tener una agenda que el resto no tiene. Te cobran que te relaciones con los alumnos de tu clase. Aunque también estamos viendo masters públicos por 30.000 euros.

¿Quedarán excluidos de la universidad miles de estudiantes por no poder pagar las tasas?

La idea es que el acceso se tiene que restringir porque el mercado laboral actual no puede asumir tantos licenciados, ya que devalúa la capacidad contractual. En vez de adaptar el mercado laboral a las necesidades sociales, se hace al revés, se adapta la universidad a las necesidades del mercado laboral privado. Durante el inicio del proceso de Bolonia se generalizaron las becas-préstamo, que es algo incompatible. Una beca no puede ser un préstamo, y viceversa. Ahora, con el ministro Wert, vemos que son préstamos en su gran mayoría. Este año ya estaban entre un 8% y un 20% de interés. Esto va a ir in crescendo de una forma muy fuerte porque suben las tasas, hay cada vez menos poder adquisitivo y se mantiene la imagen de que la entrada en la universidad es fundamental para incorporarse al mercado laboral.

¿Qué papel juega la «ley Wert»?

Entronca con toda esta tónica de transformación de la universidad y de la educación general. Además, tiene un papel de sesgo ideológico muy fuerte que no tendrán leyes similares en otros países. Porque Wert se ha creído que es el Cid Campeador o su caballo. Busca azuzar a su electorado más de Don Pelayo en esa supuesta reconquista de España para que no vean los recortes que nos están haciendo, no los moros, sino los cristianos. Sin embargo, la otra parte, que es a escala internacional, plantea que una universidad donde todo el mundo entra y todo el mundo tiene un título pierde interés dentro de una dinámica general en la que hay una merma del gasto público hacia la educación superior y la universidad. Por eso, lo que se pretende es que los alumnos paguen más del porcentaje de lo que podría ser el coste general de la universidad. Mientras, se privatiza o se mercantilizan servicios de la universidad. Eso es lo que se ha llamado financiación competitiva, donde las universidades, en vez de cooperar, van a competir por recursos.

 

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