el punt avui | Editorial 2013/8/8 (Traducción: GARA)
Siempre quedará Gibraltar
El Estado español ha protagonizado otro espectáculo lamentable con la reanudación de la eterna reclamación de Gibraltar, una reivindicación que no sólo choca con la coherencia histórica sino, sobre todo, con la voluntad ampliamente mayoritaria de los ciudadanos del peñasco, que se sienten justamente afortunados de poder ser ciudadanos británicos y no españoles.
La noticia no tendría más importancia que la de constatar la capacidad innata de hacer el ridículo que tiene el Estado español en el panorama internacional si no fuera porque la coyuntura actual rápidamente hace pensar que la operación ha sido meticulosamente preparada, eso sí, al más puro estilo tercermundista, para desviar la atención sobre los problemas reales de un gobierno al que se le acumulan los problemas relacionados con la crisis económica, las sospechas de corrupción generalizada y las gestiones desafortunadas de una monarquía que sale de un problema para entrar de cabeza en otro, con el escandaloso asunto de los indultos en Marruecos.
Parece incontestable, por tanto, que el asunto de Gibraltar es en realidad una salida de tono patética utilizada como cortina de humo oportuna para desviar la atención pública hacia las bajas pasiones nacionalistas. La diferencia entre un estado en crisis y un estado en decadencia es que el primero atraviesa una situación de dificultades y el segundo es una dificultad para él mismo. (...) Con la gestión de este episodio, España ha demostrado que tiene los recursos políticos limitados.