NARRATIVA
Peripecias mentales
Iñaki URDANIBIA
En los últimos años suena, cuando se acerca el momento, el nombre del escritor holandés como candidato al premio Nobel. Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es considerado como uno de los más destacados escritores holandeses contemporáneos y algunos lo consideran como uno de los diez mejores autores del siglo XX en lo que hace a la literatura de viajes. No entraré en terrenos de hits-parades, pero sí que estoy en condiciones de afirmar, por lo que alcanzo, que acercarse a cualquiera de los libros escritos por este caballero es sumergirse en la exquisitez, y ello en dos sentidos: por el cuidado estilo y por la abundancia de datos e informaciones que obsequia al lector; todo ello aliñado con entretenida elegancia, qué duda cabe que Cees Nooteboom pisa fuerte los suelos que transita y de los mares... baste este libro como botón de muestra.
El escritor elabora un tupida red, conste que no para pescar, pero que de todas todas pescan al lector sin remisión.
El escritor se convierte en narrador de lo que en la tierra sucede y se lo relata al dios griego de los mares, Poseidón (Neptuno para los romanos), preguntándole ante su silencio a ver si se entera de los caminos desbrujulados que llevan los humanos.
Le pasa como al abuelo de la canción de Atahualpa Yupanqui, que interrogado por su nieto a ver dónde estaba Dios, el anciano le contestaba que por su casa no había pasado tan importante señor. También le informa de sus dudas sobre la visión de él y de sus colegas divinos, y la creencia recibida desde niño sobre el dios verdadero, el del cristianismo. Las cartas y las noticias obviamente no tienen un destinatario divino, no único desde luego, al menos servidor que de divino no tiene nada, es convertido en receptor de los mensajes como cualquier lector que se acerque al libro lo será.
Fauna, flora, personajes célebres, obras de arte, escritores, noticias de prensa absolutamente dispares se van entreverando para situarnos ante un retrato fragmentario de nuestro presente; con la preocupación permanente, planeando sobre la mente de Nooteboom, que quiere saber si Poseidón sabe lo que sucede o guarda silencio para tenernos en la inopia.
En la lectura del libro, compuesto de algo más de setenta flashes, puede suceder que algunas de las cartas o noticias dejen frío al receptor humano (al divino no tengo ni idea ya que el escritor nada nos dice acerca de si ha sido respondido, y desde luego el del tridente no dice nada), otras, sin embargo, serán acogidas con la alegría de quien recoge una botella con mensaje en la orilla del mar.
Poseidón habita los fondos marinos, quitando algunas escapadas que le son atribuidas por algunos, viendo el mundo desde abajo, Nooteboom al contrario ve la superficie marina desde su atalaya situada en una isla, al borde del mar Mediterráneo, al menos algunos meses del año, y relaciona mitología, antropología, artes plásticas, con unas ilustraciones finales, comentadas, que completan algunas de las reflexiones, todo perfectamente ligado por el dios de las encrucijadas Hermes, que hace que unas y otras entradas se entremezclen sin crujido alguno. Resulta así el libro una verdadera caja de Pandora en la que la sorpresa nos asalta al paso de cada página brotando lo inesperado que nos habla sobre lo humano, lo demasiado humano y de muchas otras singularidades. Del sexo de los ángeles no se habla, pero del de los caballitos de mar, ampliamente. Este libro es una verdadera fiesta a la que nos invita el imaginativo Cees Nooteboom y en la que seremos salpicados por el salitre de las gotas marinas que nos son entregadas por un maestro de las letras y nos veremos envueltos por los olores y los sonidos por tierra, por mar, por supuesto, y por aire.
Una vez más el holandés nos muestra su excelencia como compañero de viaje, de un viaje poliédrico que se puede desarrollar sin salir de casa.