UDATE
La ópera «la Traviata» vuelve a la Quincena Musical
Mikel CHAMIZO
Pobre mujer sola, abandonada en este populoso desierto que llaman París», se lamenta Violetta Valery poco antes de entonar el «Sempre libera», la más célebre caballetta de «La Traviata» y todo un canto a la libertad de las mujeres para hacer con su vida lo que les plazca. «¡Vivir en los torbellinos de la voluptuosidad y morir de placer! ¡Vivir! ¡Vivir!», exclama la joven, «Gozar de fiesta en fiesta. Quiero que mi vida pase siempre por los caminos del placer». Inspirada en la novela «La dama de las camelias» de Alejandro Dumas hijo, que había sido publicada un año antes, «La Traviata» llegó al mundo en 1853 entre la polémica suscitada por su realismo, que no era habitual en Verdi, y la forma de vida de la protagonista, una cortesana. «Es un personaje de gran personalidad, que conserva su dignidad y orgullo a pesar de aquello a lo que se dedica», cree Desirée Rancantore, la soprano italiana que dará vida a «La Traviata» en estas dos funciones de la Quincena Musical. «Violetta no se avergüenza de lo que es y a pesar de ello decide dejarlo todo por amor.» Es quizá el mejor resumen del espíritu de esta ópera, que tras el fracaso de su estreno se erigió con rapidez en uno de las títulos más representados en todo el mundo. La última vez que se vio en Quincena fue hace doce años, y llega ahora en una nueva producción estrenada hace apenas dos semanas en el Festival de El Escorial, donde cosechó un importante éxito de público.
Desirée Rancatore, nacida en Palermo, despegó internacionalmente en 1995, con tan solo 18 años, al ganar varios concursos de canto en Italia y debutar cantando Mozart en Salzburgo. Desde entonces ha desarrollado una importante carrera de lírico-ligera especializada en papeles belcantistas, pero no ha sido hasta inicios de este año que se ha atrevido, por fin, a debutar el papel de Violetta. «Cantar Violetta era un sueño que he tenido siempre -recuerda Rancantore-. Mi madre trabajaba en el coro del Teatro Massimo de Palermo y allí pude ver infinidad de Traviatas. Es un papel que tiene todo lo que una cantante puede desear: coloratura, sutileza, romanticismo y un gran drama. Pero no ha sido hasta este momento que he sentido mi voz preparada para poder enfrentarme a él. Y todavía habrá quien piense que mi voz es demasiado ligera para Violetta, pero Verdi no especificó un tipo concreto de soprano para el personaje. Mi Traviata es más belcantista que verista, pero estoy segura de poder recrear toda la complejidad vocal del personaje».
Y no solamente la vocal, también la complejidad humana. «La de Violetta es una historia triste, pero muy bonita, que habla de fidelidad, amor y traición -prosigue Rancatore-. Sobre todo es una historia real, la de una chica de 20 años que vive situaciones con las que mucha gente se puede sentir identificada. Esto hace que encarnar al personaje sea aún más intenso, porque te lo crees y puede llegar a afectarte, si como yo te apropias de él y lo mezclas con tu propia personalidad».
El origen de los problemas de Violetta es su apasionado amor por el joven aristócrata Alfredo Germont. Por él abandonará su hedonista estilo de vida y le hará entrega de su destino, pero Alfredo, presionado por las convenciones sociales, termina por abandonarla. Se arrepentirá, por supuesto, pero demasiado tarde, como es de rigor en cualquier buen melodrama. «Podría cantar Alfredo siempre y no me aburriría», explica el tenor José Bros, quien lo ha hecho ya infinidad de veces. «Siempre encuentro matices nuevos, aspectos que quiero mejorar. Y las diferentes visiones de los directores de escena me ayudan a completar el personaje». El de Alfredo es también, en su bondad salpicada de dudas, un personaje complejo. «Tiene todos los pasajes que una voz puede abordar con esquisitez, desde grandes frases en legato, momentos muy dramáticos y otros de gran dulzura. Verdi dejó una partitura muy detallada de la que se puede extraer la verdad del personaje y el cantante tiene el compromiso de captar esa complejidad, impregnarse de ella y transmitirla hasta el público en forma de emociones. Pero al mismo tiempo el de Alfredo es un papel generoso, que se adapta bien a las particularidades vocales de cada cantante. Es un personaje que te permite brillar».
Una Traviatta en el franquismo
La historia de amor de Violetta y Alfredo no se desarrollará esta vez en París. En esta co-producción de la Quincena Musical con otros cuatro teatros del Estado -se podrá ver en un futuro próximo en el Baluarte de Iruñea-, Traviata viaja en el tiempo del París de mediados del XIX al Madrid de los 50. «A finales de los 40 y primeros 50 existía en España una clase social emergente que se había enriquecido tras la Guerra Civil y que llevaba una vida de lujo que no se correspondía con la miseria generalizada que imperaba en el país», explica Susana Gómez, la joven directora de escena a quien ha sido confiada esta producción. «En ese ambiente Violetta es una mujer de negocios, que vende lo que tiene a mano pero intentado mantener la dignidad en su relación con el mundo. Sin embargo, su vida es reprobada por una sociedad hipócrita que podría ser la misma que asistió al estreno original de 'La traviata' en 1853 y que se escandalizó con ella. Eso hoy en día no pasaría, pero en los años 50 quizá sí. De hecho, en aquellos años hubo varios casos de mujeres que ascendieron en la escala social y murieron asesinadas».
El ambiente de la época se evoca mediante la caracterización y los trajes típicos de los años 50 españoles, salvo en el caso de Violetta. «Ella aparece en las dos fiestas con vestidos que podrían verse en las películas de Hollywood -señala Gómez-, representada como el objeto de deseo de los hombres de aquella década, una especie de Rita Hayworth». Esta Violetta de ensueño se mueve en un espacio abstracto, «que podría ser una jaula de cristal o un salón de baile rodeado de espejos. Es en esa jaula, que no lo aparenta, donde se desarrolla la vida de Violetta, que lucha hasta el final para conservar su libertad».
El coro y la máscara
Para ejercer la presión social sobre Violetta, Susana Gómez ha querido darle una especial importancia al coro. Ellos representan «la sociedad de la máscara, la clase alta madrileña de los 50, que forma un grupo cerrado, hipócrita y algo desaforado». Para ello ha obligado al Coro Easo a actuar muy por encima de lo que suele ser habitual en una ópera. Xalba Rallo, director del Easo, reconoce que «tenemos partes muy comprometidas, en las que tenemos que cantar al mismo tiempo que nos movemos o bailamos», pero cree también que los están haciendo «con dignidad», a pesar de su poca experiencia en el terreno de la ópera. Musicalmente estarán apoyados por la presencia de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, habitual en el foso del Kursaal siempre que la Quincena Musical programa ópera, y que tocará por primera vez bajo las órdenes de Pietro Rizzo, un importante especialista en ópera italiana, que ha dirigido en escenarios tan imporantes como el Metropolitan de Nueva York y que llegará por fin al festival donostiarra tras barajarse su nombre para «El barbero de Sevilla» que se hizo en hace dos veranos. Y junto a él, un elenco de secundarios de categoría que rodearán las vicisitudes amorosas de Violetta y Alfredo: Ángel Ódena como Giorgio Germont, padre de Alfredo, y Pilar Vázquez (Flora), Albert Casals (Gastone), Fernando Latorre (Barone Douphol), Miguel Ángel Zapater (Dottore Grenvil) y Marta Ubieta (Annina).