La sorpresiva renovación de la cúpula de las Fuerzas Armadas y de la Policía de Colombia acometida por el presidente de ese país, Juan Manuel Santos, debido al contexto en que se ha producido -en plenas negociaciones entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y tras el reciente anuncio de la más que probable ampliación del diálogo al ELN- admite diversas interpretaciones, que van desde la que percibe una renovación del aparato represivo en la misma clave del anterior pero bajo un mayor control del presidente colombiano hasta la de que se trata de preparar el escenario posterior al conflicto con una dirección militar y policial proclive a ese escenario. El historial de algunos miembros de la nueva cúpula, sin embargo, no respaldaría esa hipótesis, si bien tampoco el propio Santos encajaba en ese perfil. Por tanto, y al margen de toda parafernalia propagandística, parece parece prematuro aventurar interpretaciones más allá del objetivo del presidente colombiano de apartar a los elementos más «incómodos» para sus pretensiones, en consonancia con su estrategia de guerra a la par que preconiza su apuesta por la paz.