Programas con diferentes apariencias, pero que propagan el mismo mensaje: la compra-venta es el sustrato en el que crecen todas las vegetaciones primarias que acaban siendo grandes corporaciones. Repasemos algunos de ellos: en varios canales, desde diferentes lugares de los USA, subasteros que pujan por trasteros con una metodología simple. Hay mucho guión, porque en todos ellos hay personajes que representan prototipos sociales muy similares. Se gana o se pierde. Pero el mecanismo es sencillo. Comprar, casi a ciegas, y vender lo mejor posible. Al final de cada capítulo nos explican lo ganado y perdido.

El de la casa de empeños es más sencillo todavía. Van desesperados a vender objetos, los receptores lo compran apretando al ver las necesidades y lo venden mucho más caro. Pero ahora nos ofrecen dos con viviendas. Uno de ellos es como una apuesta. Familias que quieren cambiar de casa por diversos motivos y acuden a nuestros protagonistas. Él les busca casas ya para entrar a vivir con el precio que sugieren. Ella tras una tasación de arreglos, transforma la casa vieja en «un sueño». Al final deciden si quedarse con la arreglada o con la nueva. En ambos casos, tasaciones, precios, ganancias y pérdidas.

Hay otro más salvaje. Dos individuos que van a subastas de casas en los juzgados. La compran sin apenas revisarla, muy a la baja. La arreglan. Nos muestran todo el proceso, los gastos que van produciéndose, la pelea entre los socios, y de repente dicen que la deben vender en una semana para que sea rentable la inversión. Y la venden. Y nos dicen cuanto han ganado.

Cifras importantes. Veinticinco mil o cuarenta mil por casita. Muestras de comercio injusto. Escuela de especuladores.