Jose Mari Esparza Zabalegi | Editor
Gesto hipócrita
Casi a un tiempo me han llegado dos noticias. Una, la prohibición de la manifestación pidiendo que el vecino de Tafalla Ioni Ventura sea acercado desde la cárcel de Murcia a la de Iruñea, para poder tratar su cáncer con dignidad. Su esposa padece la misma enfermedad y debe hacer cientos de kilómetros para verlo. A Ioni le han dado con mucho retraso las sesiones de quimioterapia, esposado y rodeado de guardias que le niegan el agua. Nada que no sea la venganza justifica ese trato a un preso enfermo. Y menos que nada justifica que una manifestación legal para pedir su traslado y atención médica digna sea prohibida «por enaltecimiento del terrorismo». Sádicos.
La otra noticia viene también de Tafalla, cuyo representante de Gesto por la Paz (¿ya no se apellida «de Euskal Herria»?) celebra la disolución de su banda, dado que, según dicen, ha cumplido su misión.
Y creo que tiene razón: han cumplido de forma excelente su tarea, la de apoyar al Estado en su lucha contra ETA, coadyuvar en su estrategia; complementar, en el frente ciudadano, lo que la policía cubre en las dolorosas comisarías, los jueces en los tribunales de excepción, los carceleros en alejadas prisiones, los políticos con las leyes a la carta. Están en su derecho de tomar este tipo de iniciativas militantes, máximo cuando lo hacían a cara descubierta y lo proclamaban abiertamente.
Ocurre que en lugar de quedarse en lo anterior, reconocer que eran un instrumento más contra ETA y punto, pretenden envolver su quehacer con un discurso mendaz, de defensa de derechos humanos, respeto a las víctimas y gandhismo que nunca han practicado. Por eso son hipócritas.
Su propio origen no tuvo nada de espontáneo, y está en cualquier manual de contrainsurgencia. Los servicios de inteligencia ingleses ya habían implementado la experiencia en Irlanda. Y conviene ojear las hemerotecas para situar en el tiempo el nacimiento de Gesto: en 1983 el ministro Barrionuevo (secuestrador, jefe del GAL, condenado e indultado de inmediato) propuso en el Plan ZEN (Zona Especial Norte), la creación de movilizaciones «ciudadanas» que apoyaran la labor del Estado en el País Vasco. Es ahí donde se teoriza por vez primera sobre el nuevo frente antiterrorista que cubrirá Gesto, y de ahí los opulentos apoyos oficiales, políticos, económicos y mediáticos que recibiría desde el inicio. Es cierto que la propuesta consiguió cierto apoyo popular, pero de espontánea iniciativa ciudadana, nada de nada. El Plan ZEN, además de esbozar la gestación de Gesto, tenía cláusulas ocultas: ese mismo año, Barrionuevo, Felipe y compañía pusieron en marcha el GAL. Otro frente antiterrorista más. Dos años más tarde, nacía Gesto por la Paz. La pata que faltaba.
Pero no son tanto sus orígenes cuanto su discurso lo que hace de Gesto un sartal de hipocresías. Sobre todo en sus referencias continuas a la Declaración Universal de Derechos Humanos. Gesto por la Paz dice haber conseguido sus objetivos (¿la Paz?) con el cese de la actividad de ETA. Le importa un bledo la injusticia de Ioni, ni de otros como él. No hay lazos azules por los que están secuestrados con la Doctrina Parot, ni por tantos (Otegi, Rafa Díez, Teresa Toda, Salutregi y cientos más), presos por actividades exclusivamente políticas o periodísticas.
Gesto se queda muy por detrás del «Informe-base de vulneraciones de derechos humanos en el caso vasco (1960-2013)», que a solicitud del Gobierno de Lakua presentó en días pasados el obispo Uriarte, basado, en buena medida, en datos de «Euskal Memoria». No hablemos ya de las 474 víctimas del Estado (tortura, controles, parapoliciales, desaparecidos) a las que el escrito del portavoz de Gesto llama «víctimas de su propia violencia», y por las que nadie ha pagado nada. Hablemos de los 40.000 detenidos de los cuales «solo» 10.000 fueron imputados. ¿Cuántos años de prisión preventiva entre los 30.000 inocentes? ¿Quién responde de las 5.500 denuncias de torturas (de las 9.600 calculadas) admitidas hasta ahora por el mismo informe oficial? ¿Gesto se podría disolver si realmente le importaran algo las víctimas, la justicia, la reparación y los derechos humanos?
No, claro. Gesto se disuelve porque ya ha cumplido, y bien, la misión de cubrir uno de los frentes que se diseñaron contra ETA, contra la izquierda abertzale y finalmente contra el conjunto del nacionalismo, fase final en la que Gesto tuvo que dar paso al bestiario de ¡Basta ya!, con muchos menos remilgos e hipocresías.
El miembro de Gesto decía que ellos fueron «la dignidad y conciencia de una sociedad asustada y escondida», y que contarán con orgullo a sus nietos su hazaña militante. Barrionuevo, Felipe, Galindo, Vera... los próceres, piensan lo mismo. Cuando la Historia, esa señora que ya sale a nuestro encuentro, venga a situarnos a cada uno en nuestro sitio, espero que me coloque muy lejos de todos ellos.