REPRESIÓN EN EGIPTO
La UE intenta distanciarse de la brutalidad de los golpistas egipcios
La UE anuncia hoy una reunión de urgencia para evaluar la situación en Egipto tras la represión brutal desatada por el Gobierno golpista contra los Hermanos Musulmanes. La ONU también muestra su incomodidad, pero todo ello es relativizado por los actuales mandatarios, que anuncian incluso que no tienen inconveniente en «revisar toda la ayuda internacional, teniendo en cuenta la dignidad egipcia». La difusión al mundo de la masacre tiene gran impacto.
GARA | DONOSTIA
La matanza desatada en Egipto contra los Hermanos Musulmanes está teniendo enorme eco en todo el mundo, sobresaltado por grabaciones anónimas como la del hombre abatido a balazos cuando intentaba detener un tanque o las de la violentísima irrupción en el campamento de la resistencia islamista. Y este impacto obliga de paso a la comunidad internacional a resituarse frente al Gobierno egipcio, después de que la respuesta inicial al golpe de Estado resultara muy tibia o nula.
La cúpula militar y su apoyo civil cuentan con el respaldo de Estados Unidos, que mantiene esa tibieza, pero ven cómo otros agentes internacionales se apresuran a marcar distancias respecto a su brutalidad.
La Unión Europea anunció ayer que revisará de forma urgente sus relaciones con Egipto y tomará medidas para impulsar un proceso democrático y poner fin a la violencia en este país, que consideró injustificable y de la que responsabilizó principalmente al Gobierno interino y al Ejército.
«La violencia y los asesinatos de estos últimos días no pueden justificarse ni tolerarse. Los derechos humanos deben respetarse. Los prisioneros políticos deben ser liberados», señalaron en un comunicado conjunto los presidentes del Consejo, Herman Van Rompuy, y de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
Embajadores de los Veintiocho tienen previsto reunirse hoy en Bruselas para analizar la situación y estudiar además la posible convocatoria de un encuentro extraordinario de los ministros europeos de Exteriores. «Las peticiones de democracia y libertades fundamentales de la población egipcia no pueden ser ignoradas, y mucho menos borradas con sangre», señalaron Van Rompuy y Durao Barroso en su mensaje.
«No hay alternativa al diálogo. Todas las fuerzas políticas egipcias deben volver a comprometerse con el futuro democrático del país y participar en un proceso político que lleve a una pronta celebración de elecciones y al establecimiento de un Gobierno civil», añadieron.
La diplomacia de la Unión Europea evitó condenar el golpe de Estado contra el presidente legítimo, Mohamed Morsi, cuando fue consumado por el Ejército egipcio, el pasado 3 de julio. Morsi sigue detenido.
Por su parte, Londres expresó su condena de lo que está sucediendo en una conversación telefónica directa entre el ministro de Exteriores, William Hague, y su homólogo egipcio, Nabil Fahmy, aunque con un mensaje marcadamente equidistante.
El Foreing Office trasladó una condena de «cualquier acto de violencia, tanto el uso desproporcionado de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad como las acciones violentas de manifestantes».
La canciller alemana, Angela Merkel, declaró por su parte que su país tiene que revalorar su relación con Egipto y no descarto detener la exportación de armas. «Puede ser un camino para dejarle claro al Gobierno egipcio que la violencia no es aceptable», consideró Merkel. El mismo término, «inaceptable», usó el presidente francés, Francois Hollande, en otra declaración.
«No aceptamos equidistancia»
Si efectivamente existe una opción de mayor presión internacional contra los golpistas e incluso de aislamiento, estos no parecen excesivamente preocupados por ello.
Así, el ministro egipcio Fahmi, el mismo que habló por teléfono con Londres, anunció ayer mismo una revisión de las relaciones internacionales de su país. Avanzó que «será racional, seria y objetiva y tendrá en cuenta la dignidad egipcia».
«Es un paso lógico, pero ahora se hará con un énfasis especial por esas voces que dicen que retirarán la ayuda si Egipto no hace esto o lo otro», agregó el jefe de Exteriores egipcio, que admitió que «no son tiempos fáciles» ni siquiera en la relación con su mayor socio, Estados Unidos.
Se mostró muy crítico con lo que calificó de «contradicciones» de la comunidad internacional, «que por un lado llama a la contención del Gobierno y las fuerzas de seguridad, y por el otro guarda silencio ante la violencia antigubernamental. No podemos aceptar la equidistancia entre las víctimas. La comunidad internacional tiene que tomar posición ante la violencia de los dos últimos días», señaló Fahmi. El Gobierno egipcio está recurriendo al habitual discurso internacional que equipara cualquier protesta de nivel con «terrorismo», pese a la evidencia de que la represión estatal ha matado estos días a más de 900 personas, en su mayoría islamistas.
La tensión latente en Egipto puede estallar en cada rincón. Anoche se conoció que al menos 36 presos, supuestos miembros de los Hermanos Musulmanes, murieron durante la jornada tras enfrentamientos desatados al ser atacado el convoy en que los trasladaban, en un aparente intento de rescate frustrado. Luego se concretó que la causa del fallecimiento masivo fueron los gases lanzados por la Policía, es decir, que murieron asfixiados, lo que multiplica las dudas sobre la acción policial.
Según dijeron fuentes de seguridad a la televisión estatal y a la agencia oficial Mena, el convoy policial trasladaba a 612 presos islamistas, simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, a la cárcel de Abu Zabal, en el norte de la capital. Sobre ellos pesaba una orden de detención por los disturbios del viernes en la cairota plaza de Ramsés, donde se enfrentaron islamistas y policías.
El Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes, calificó la muerte de estos detenidos de «masacre sangrienta terrible».
Horas antes, los Hermanos Musulmanes habían dado un pequeño paso atrás para evitar una probable nueva masacre. Optaron por desconvocar una marcha prevista para la tarde en El Cairo indicando que no había suficientes medidas de seguridad para sus seguidores. Y es que a Policía y Ejército se le han sumado ciertos «comités populares» armados que actúan con la tolerancia de las autoridades, aunque el Gobierno haya afirmado en una nota que no lo permitirá.
El Gobierno turco también trata de sacar provecho de la situación. Su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, calificó la represión en Egipto de «terrorismo de Estado» y auguró que «los que hoy callen mañana no nos podrán dar lecciones de democracia». Acto seguido, comparó la actitud de Sisi con la de Bachar al Asad en Siria: «No hay diferencia entre los dos ni entre quienes les apoyan».
El Gobierno egipcio sigue sin ofrecer datos de los muertos que ha provocado con su represión estos días (se calculan no menos de 900 y quizás miles en total), pero sí da cuenta de los de efectivos policiales fallecidos. Asegura que son unos 70 en los últimos días, de ellos 24 oficiales. La Iglesia católica egipcia añade que los islamistas han atacado 58 templos en respuesta.
La crisis se ha cobrado la figura política de Mohamed el Baradei, Nobel de la Paz que ha dejado la vicepresidencia en disconformidad con el grado de violencia utilizado. El exdirector del Organismo Internacional de Energía Atómica abandonó ayer el país con rumbo a Viena, donde tiene su sede la citada OIEA. No quiso hacer declaraciones ni está claro si retornará a Egipto.