La Semana Grande de Bilbo o, mejor dicho, la absurda situación provocada por el delegado del Gobierno español, seguía ayer ocupando páginas en la prensa española.

«El Mundo» titulaba al respecto «El PNV blindará el poder de las comparsas para que éstas mantengan su `txupinera'», con lo que se supone quería decir que el PNV no es partidario de cambiar el procedimiento de elección de la txupinera. Más llamativo aun resultaba el titular de un despiece en el mismo diario: «Bilboko Konpartsak utiliza el éxito de las fiestas», que encabezaba la información sobre la valoración de las fiestas que anteayer hicieron las comparsas de Bilbo. Mostrar su satisfacción por los datos de participación y aceptación popular de las actividades de las comparsas es «utilizar» el éxito de las fiestas. En fin...

También Iñaki Ezkerra, en «Abc», dedicaba su artículo a la Semana Grande de Bilbo, y comenzaba diciendo que cuando era niño «la Semana Grande bilbaína me parecía más grande de lo que me parece ahora. Lo lógico es que, con la democracia, crecieran esas fiestas de la Villa del Nervión que en aquellos tiempos se reducían a un programa de teatro, de fuegos artificiales y de toros». Pues si le parece que desde entonces no han crecido, será que solo le gusta el teatro, los fuegos artificiales y los toros. Y explicaba por qué cree no solo que no han crecido, sino que han empequeñecido: «A la `apolitización' dictatorial del ocio que imponía el franquismo, no le siguió en el País Vasco de la etapa democrática una experiencia jubilosa de la libertad y la pluralidad en las fiestas, sino una politización de éstas tan dictatorial como aquélla, o más, por lo explícitamente sectaria. No es ya que nadie pudiera exteriorizar su ideología sin que sólo podía hacerlo un sector social y político: el nacionalista». Muy típico, aquello con lo que no estamos de acuerdo es «sectario». Pero no le parece explicable algo que se explica por sí mismo: «Si era explicable e inevitable que esa politización se diera en las verbenas de la Transición, no lo es que se haya mantenido hasta el presente». No lo sería si el fin de la dictadura hubiera significado el fin de la vulneración de derechos y la satisfacción de las reivindicaciones populares que, como no son las de Ezkerra, pretende que no tengan cabida ni en fiestas ni fuera de ellas. Posteriormente se refería a la legítima txupinera de la Semana Grande, pero les ahorro las barbaridades con las que «adorna» su pieza.