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CRíTICA: «Epic: El mundo secreto»

Habitantes del bosque invisibles para el ojo humano

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Mikel INSAUSTI

El visionado de «Epic» me produce sensaciones encontradas. De una parte aprecio que supone un paso adelante para el estudio de animación Blue Sky, más allá de la comicidad básica de la franquicia «Ice Age», y con el consiguiente riesgo en cuanto propuesta no tan taquillera. Pero, por otra, el guión resulta demasiado visto, y hasta Chris Wedge reconoce que ha partido de una idea que se remonta tiempo atrás.

La Fox tampoco lo tuvo claro a la hora de apoyar el proyecto, debido a lo costoso que resultaba con un presupuesto de 100 millones de dólares. Además, el nivel de exigencia técnica era tal, que Chris Wedge estuvo a punto de ofrecérselo a Pixar. En honor a la verdad, una vez comprobados los resultados, hay que reconocer que la compañía del flexo no lo habría hecho mejor.

El trailer que sirvió de avance no contenía diálogos, a fin de destacar el espectáculo visual que se había creado. Las fascinantes imágenes del bosque con sus infinitas tonalidades verdes, acompañadas de la canción de Snow Patrol «The Lightning Strike», provocaban un encantamiento, que ya una vez incorporados los diálogos se va desvaneciendo. Lo que se cuenta, excepto los espectadores de menos edad el resto ya lo conoce. Y, puestos a comparar, sale ganando la reciente maravilla del estudio japonés Ghibli de Miyazaki «Arrietty y el mundo de los diminutos», basada en el conocido cuento de Mary Norton «The Borrowers». Tampoco resiste la comparación con la producción australiana «FernGully», sobre la obra original de Diana Young. Sí supera, en cambio, a la vertiente animada de la franquicia de Luc Besson «Arthur y los Minimoys»; o también a «The Ant Bully: Bienvenidos al hormiguero».

Con tanto antecedente, «Epic» sabe sacar el máximo partido al juego de proporciones, haciendo que la reducción de tamaño de paso a criaturas invisibles al ojo humano, pero perfectamente compatibles. Y así es posible el romance entre el rebelde «hombre hoja» y la «mini-humana» hija del científico que investiga el reino vegetal con lentes de aumento. Su mascota es un perro, para mayor ironía cegato. El consiguiente mensaje consiste en creer para ver, y no al revés.

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