Soberanía: coger el tren o dejarlo pasar
EH Bildu anunció ayer que próximamente presentará una iniciativa para poner en marcha el tren de la soberanía en Euskal Herria. Adelantó que será abierta y accesible para la cooperación entre diferentes e hizo un llamamiento a recorrer ese camino con entusiasmo y firmeza contagiosa. Sin duda se trata de una apuesta ambiciosa que requerirá de mucha política y de mucha altura. No en vano, la política es la tecnología necesaria para hacer realidad la voluntad colectiva de la gente. La gran política, la que no se puede separar de la historia, nace siempre de la gente. Y en ese sentido, el tren de la soberanía solo llegará a su destino final si tiene como combustible un empuje popular vibrante, el arrope reforzado de una ciudadanía que deposite sus esperanzas en ese viaje.
La iniciativa de EH Bildu se presenta en un contexto condicionado por el anuncio del president catalán Mas en el que adelantaba que si el Estado no deja hacer el referéndum de 2014 apostaría por unas elecciones plebiscitarias en 2016. Euskal Herria y Catalunya, tan diferentes pero ahora tan iguales, tienen procesos políticos propios y vasos comunicantes compartidos. En ese sentido, las declaraciones de Mas han tenido un impacto que no puede pasarse por alto. En Catalunya, la duda de si el president no les fallará ha caído como una losa en la conciencia colectiva, y en Euskal Herria, que por desgracia conoce no pocos ejemplos domésticos que riman con el error político que ha cometido Mas, ha abierto interrogantes y una sensación de cierta desazón.
Pero allí y aquí emerge una constante que deja lecciones. Aun cuando sea legítimo, e incluso prudente, que los líderes y responsables políticos duden de la oportunidad de apostar decididamente por un proceso de ruptura, de si tendrán o no la suficiente fuerza social detrás, puede ocurrir lo siguiente: que si no están convencidos, la gente que viene detrás, en el tren de la soberanía, reclame que dejen paso y se aparten. En Catalunya y en Euskal Herria.