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Amparo LASHERAS Periodista

Hay enfados que no terminan

Este verano se diría que me he comportado como una paciente social obediente. Una paciente, abrumada por el desastre ideológico de mi tiempo, pero obediente a esa consigna de «desconectar» hasta llegar al máximo estado de abstracción que nos permite la memoria. Con otras palabras, he sido obediente al consejo de sestear sobre una nube para luego caer de ella y estrellarme con más energía sobre la realidad que nos oprime. Mi «desconexión» en una playa de nieblas intensas no ha sido total, pero casi. Tampoco me he estrellado al regresar, pero mi enfado con el mundo permanece y no encuentro manera de acabar con él.

No me lo permite el terrorismo de una política penitenciaria que niega a los presos políticos, hoy a Pablo Gorostiaga, el derecho a dar el último beso a la compañera que se muere. No me lo permite el terrorismo de una reforma laboral que eleva el desempleo a 223.832 personas. No me lo permite el cinismo de un lehendakari que asegura que, «el Estado no será el garante de todos los servicios». No me lo permite el FesTVal de Gasteiz que afirma «plantar cara a la crisis con optimismo, frescura e ilusión» de la mano de programas como el show de Chicote o de Tamara Falcó, un reality que emitirá Cosmopolitan, un canal que, al igual que A3 y la Sexta, pertenece al grupo de comunicación Bertelsmann, de oscuro pasado nazi y el más poderoso del planeta.

No puedo, ni quiero que mi enfado con el mundo desaparezca, después de saber que el Ayuntamiento de mi ciudad considera un despilfarro las prestaciones sociales y no demuestra penuria económica para llenar los bolsillos de Gonzalo Antón o para patrocinar una cita televisiva con 180.000 euros.

 
 
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