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Las plebiscitarias, un escenario realista, pero no en 2016
Artur Mas sorprendió a propios y extraños el miércoles al sugerir la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias en 2016. El escenario resulta perfectamente viable si el Estado cierra todas las puertas, pero la fecha es inviable, ya que la situación actual es insostenible política y socialmente.
Beñat ZALDUA
Las declaraciones que el president de la Generalitat, Artur Mas, realizó el miércoles sobre la posibilidad de celebrar unas elecciones plebiscitarias en 2016 siguen sacudiendo la escena política catalana a tan solo tres días de la Diada del 11 de setiembre y la cadena humana convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Tal es el alcance del anuncio presidencial que incluso ha cambiado, en menos de 24 horas, la reivindicación fundamental que acompañará a la `Via Catalana cap a la Independencia' de la Assemblea. Pensada en un principio para emitir un potente mensaje al Estado español y a la comunidad internacional, a nadie se le escapa ya que la movilización de la Diada servirá para plantar cara al anuncio de Mas y reivindicar la celebración de una consulta, por la vía que sea, en 2014, tal y como consta en la hoja de ruta pactada por CiU y ERC.
La nota imperante en los análisis sobre las declaraciones del president sigue siendo la sorpresa y la desorientación; de ahí todo el surtido de interpretaciones que se han realizado desde el miércoles. La última de ellas, ayer mismo, cuando se filtró a la prensa la reunión secreta que mantuvieron Mas y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, el pasado 29 de agosto en Madrid.
En Catalunya todavía esperan la respuesta de Rajoy a la carta que Mas le envió el pasado mes de julio, pero a tenor del contenido de la reunión, pueden esperar sentados, ya que el propio president explicó ayer que la reunión «no había dado frutos». De ahí que que algunos interpretasen el anuncio de las plebiscitarias como un toque de atención de Mas a Rajoy, una manera de decirle que, por mucho que prohiba la consulta, tiene en su mano la carta de convertir unas elecciones en plebiscitarias.
No fue, ni mucho menos, la interpretación más compartida. De hecho, contrasta directamente con la de aquellos que han visto en el anuncio de Mas una renuncia a convocar la consulta. Según esta visión, el objetivo de eternizar el proceso no sería otro de el de tratar de matar el proceso soberanista de inanición. En este sentido, decirlo públicamente sería una manera de trasladar a Rajoy que esté tranquilo, que puede ir prohibiendo las iniciativas para convocar una consulta sin miedo a unas elecciones anticipadas ni a ningún tipo de estallido social.
Frente a esta interpretación, fue el propio Mas el que ayer salió al paso, alarmado quizás ante la repercusión que tuvo su entrevista en Catalunya Radio. En un encuentro con el líder de ERC, Oriol Junqueras -la reunión estaba prevista hacía días-, Mas aseguró que «no hay ni un milímetro de marcha atrás» y que «la consulta se hará en 2014». Unas declaraciones que calmaron al menos a la parroquia convergente y a las propias filas republicanas, que el miércoles avisaron al president de que no tiene su apoyo garantizado más allá del año que viene.
Pese a que fue la primera ocasión en que Mas se refirió de forma explícita a la posibilidad de convocar unas elecciones plebiscitarias si el Estado se niega a aceptar cualquier tipo de consulta, esta opción lleva ya meses encima de la mesa. De hecho, el Consell Assessor per la Transició Nacional (CATN) -órgano asesor nombrado a dedo por el Govern- ya estableció en su primer informe publicado en julio que los comicios plebiscitarios y una posterior declaración unilateral de independencia son una opción legítima para consultar a la ciudadanía sobre el futuro de Catalunya, siempre y cuando antes se hayan quemado las opciones de hacerlo por una vía legal.
El CATN describió hasta cinco maneras legales de realizar la consulta, distinguiendo entre las vías que emanan de la legislación catalana -Ley de consultas por vía de referéndum y Ley de consultas no refrendarias, en tramitación parlamentaria- y las que provienen de la propia Constitución española -referéndum autonómico y transferencia o delegación de competencias a las autonomías-. Como quinta y última opción el informe situó la reforma de la Constitución, a través del Congreso de los Diputados.
El anuncio de las plebiscitarias, por lo tanto, no fue una gran sorpresa en Catalunya. Sí que lo fue, sin embargo, la fecha de 2016. Aunque hay quien ha señalado estos días, sin falta de razón, que se trata de un calendario realista. Si Mas pretende aplicar las recomendaciones del CATN e intentar convocar la consulta por tres de las vías propuestas por el ente asesor -una vía catalana, otra española y, finalmente, la reforma constitucional-, es más que probable que el proceso agote la presente legislatura. Sobre todo porque todo quedaría en manos del Estado español.
Otra cosa es que esta opción sea política y socialmente viable en la actualidad, lo cual es difícil de creer. No lo aceptarán ni los socios de legislatura, ERC, ni la sociedad, ahogada por la crisis y los recortes y con la convicción mayoritaria de avanzar en la agenda independentista. Ya lo dejo claro el mismo miércoles la propia presidenta de la ANC, Carme Forcadell: «No se puede aguantar sin hacer la consulta ni dar ningún paso hasta 2016».
Otra de las lecturas que se han realizado sobre el por qué de fijar las plebiscitarias en 2016 es la de una supuesta estrategia de Mas para ganar tiempo. Pese a que el factor de competitividad entre partidos quedaría desdibujado en unas plebiscitarias, si no se presentase una candidatura unitaria y los partidos acudiesen por separado, el varapalo que CiU podría sufrir en las urnas podría ser espectacular. Así lo auguran al menos todas las encuestas publicadas en los últimos meses, que apuntan a una victoria de Esquerra, en detrimento del nacionalismo conservador.
En este sentido, cabe recordar que Mas también señaló el miércoles que con dos años por delante tendrían tiempo para «reconducir la economía, crear empleo y acabar con los recortes». Es decir, tiempo para poder acudir a las urnas con un bagaje algo más positivo que el actual.
Pero cuesta creer que esta sea la estrategia de CiU, ya que es bastante obvio que de aquí a dos años la crisis, aunque haya remitido algo, seguirá presente en el día a día de la gente, sobre todo en forma de desempleo y de estado de bienestar recortado. Además, ¿ahora resulta que sí que puede mejorar la economía dentro de un Estado español que no hace más que sangrar las cuentas catalanas? Es precisamente el mensaje opuesto al propagado por CiU en los últimos tres años de recortes.
Además, como ya se ha dicho, el número de escaños que consiguiese cada formación en unas plebiscitarias sería algo relegado a un segundo plano, ya que lo importante sería observar si la suma de los partidos con la independencia como primer punto del programa suman la mayoría suficiente como para realizar una declaración unilateral de independencia, tras lo cual se abriría algún tipo de proceso constituyente que requeriría, en un momento u otro, de unas verdaderas elecciones.
Esta es la teoría básica, sin embargo, está opción sigue de momento en pañales, al menos públicamente, ya que nadie ha explicado cuál sería el proceso concreto a seguir tras unas elecciones de este tipo.
Concluyendo, cabe destacar que las plebiscitarias son un escenario realista, pero como ya se ha señalado, la fecha de 2016 resulta inviable. Por los motivos expuestos -no es sostenible ni política ni socialmente- y porque supondría una tremenda pérdida de credibilidad para Mas. El año pasado, tras la Diada y el portazo de Rajoy a la propuesta catalana de pacto fiscal, Mas anticipó las elecciones esgrimiendo como una de las razones el fracaso de su principal objetivo de legislatura, precisamente, el pacto fiscal.
Siguiendo esta lógica y teniendo en cuenta que en la presente legislatura el principal objetivo es la consulta, al día siguiente de que el Estado la prohiba por primera vez Mas debería volver a anticipar las elecciones, esta vez bajo una fórmula plebiscitaria.
Porque lo que resulta imposible de creer es que ERC aguante de la mano de CiU hasta el final de la legislatura sin ningún avance en la agenda independentista. ¿Estaría Mas dispuesto a gobernar con la muleta del PSC o del PP? Resulta improbable. Pero si lo hiciese, cabría ir preparando dos ataúdes: el del proceso -al menos el actual- y el de la propia CiU.
El vicesecretario del política local y autonómica del PP, Javier Arenas, afirmó que hay que responder al proyecto soberanista con «igualdad gualdad de derechos y obligaciones de todos los españoles, proyecto común y compartido y Constitución».
El conseller de Presidencia, Francesc Homs, advirtió de que no se pueden tomar decisiones relevantes de forma unilateral sobre «la profundización de la libertad de Catalunya» y que esto no depende de la decisión de un gobernante político.
La presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Carme Forcadell, hizo ayer un último llamamiento a Unió a sumarse a la cadena humana de la Diada, una iniciativa que «no es contra España» y abogó por que el proceso no se alargue más allá de 2014.
Udalbiltza, invitada por la Asamblea Nacional Catalana, tomará parte en la cadena humana independenista para dar su apoyo y estrechar vínculos. Encabeza la delegación Maite Iturre, responsable del área internacional del organismo.