Marsella, capital europea de la Cultura 2013, se hunde en una ola de violencia relacionada con el narcotráfico, la corrupción y los ajustes de cuentas, ilustrada por dos nuevas muertes en un solo día -una de ellas la del hijo del director deportivo del Olimpique de Marsella, al que la Policía vincula con una banda de atracadores a mano armada-, que desafía los esfuerzos del Gobierno, impotente para frenar la criminalidad en la segunda ciudad del Estado francés.

Marsella es una ciudad de gran riqueza cultural e histórica y con una costa de paisajes particularmente bellos que atrae a muchos turistas y también a jóvenes artistas.

Pero hoy es la violencia y no la cultura la que da que hablar de la ciudad. Los ajustes de cuentas entre bandas delictivas han causado quince muertos en lo que va del año -24 en 2012-, a menudo tiroteados con fusiles de asalto, con el tráfico de drogas y la pobreza de los barrios que se extienden al norte de la ciudad como telón de fondo.

Historiadores, sociólogos y jueces señalan que, aunque la violencia no es un fenómeno nuevo, su naturaleza ha cambiado. Hoy, jóvenes narcotraficantes, que pueden matar por unas decenas de euros, han reemplazado a los viejos «capos» de la mafia que se enfrentaban en los años 90 por el control de la prostitución, los clubes nocturnos y el juego.

Marsella es un reto para el Gobierno y su ministro del Interior, Manuel Vall, pidió el jueves un «pacto nacional» contra la droga en la ciudad, donde se ha reforzado la presencia policial, aunque hay quien reclama el despliegue del Ejército en el área norte, la más afectada por las banda de narcotraficantes.

En declaraciones al diario «Aujourd'hui», el periodista Xavier Monnier dijo lamentar que los poderes públicos no luchen contra «las verdaderas causas: el aislamiento de los barrios pobres, la falta de transportes públicos y la corrupción endémica de los ediles, lo que engendra una crisis de confianza».