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Raimundo Fitero

Compasión

 

Cantaba el poeta, «compasión no quiero, quiero mejor indiferencia», pero los vestigios de una educación tan basada en el pecado y el perdón acaba creando monstruos que son difíciles de eliminar. Un obispo en Segovia, junto al Alcázar, asegura sentir «compasión por los que padecen homosexualidad». Lo dice desde su púlpito y nadie tose, ni le llama la atención. ¿Cómo es posible que se expresen estos carcas tan recalcitrantes que padecen odio fascista con tanta impunidad?

Volvió «El objetivo» con Ana Pastor, dando unos datos sobre la financiación de los partidos políticos que no aportaron mucho, y se trató el asunto con excesiva comprensión. No había censura, simplemente unos comentarios de los especialistas para insistir en la misma brecha: la falta de trasparencia, que es algo muy obvio, pero que debe considerarse como el gran pacto secreto entre la clase política. Ningún partido va a dar el paso al frente. Todos quieren hacer ver que hacen. Y todos tienen créditos condonados, donaciones inconfesables y sueldos fuera de norma.

Entrevistó a Arantza Quiroga, la actual presidenta del PP vasco y hay que señalar que tiene una fotogenia fuera de lo común en una política. Quien no esté al tanto, al verla pudo pensar que se trataba de una actriz, de una modelo. Sin voz, eso parece. Con voz, el asunto es mucho más delicado. Se le escapan cosas tenues fuera del guión, pero va por el carril sin apearse nunca. Puede repetir un concepto cien veces, aunque no venga a cuento. Es la prudencia de la que se ha encontrado en un lugar del organigrama partidista e institucional sin saber exactamente los motivos. De alguna manera, lo de la compasión es un virus que ataca en los silencios. Y uno puede sentir compasión por la señora Quiroga, por su poco fuste político, por sus electores, por los vecinos de Madrid y hasta por la señora Botella. Es una sensación extraña, pero lo único que ya con perspectiva podemos ver es que no saben ni ganar ni perder. Son unos impresentables en español o en inglés. Eso sí, se volvieron en aviones privados. Uno de ellos de Florentino Pérez. Las constructoras han bajado en Bolsa. Todo atado pero mal atado.