Acuerdos de Oslo, dos décadas después no se puede seguir azuzando a un caballo muerto
Dos décadas después de los acuerdos de Oslo que sellaron el difunto líder palestino Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí que luego murió tiroteado, Yitzhak Rabin, puede hablarse de un fiasco monumental. Se trató de un proceso para siempre pero que nunca fue de paz y que básicamente consistió en trasferir las responsabilidades -que no la autoridad- de la administración de asuntos de la población a los palestinos mientras Israel se guardaba el control del espacio y de los recursos de Palestina. La Autoridad Palestina que se estableció fue una subcontrata del Ejecutivo israelí que por control remoto ha hecho y desecho a su antojo. Durante este tiempo la colonización no ha parado. Más de medio millón de colonos se han apropiado de tierras que según los acuerdos correspondían a los palestinos. La espiral de muerte y masacres sigue ahí. Y la sociedad palestina está más dividida.
El desarrollo de los acontecimientos no se debe a un mal funcionamiento de los acuerdos de Oslo, sino que es su manifestación más natural, la de la ocupación. Veinte años después, ha llegado el momento de reconocer que no se puede seguir azuzando a un caballo muerto.