«`El crédito' convierte en comedia lo que, en esencia, es una tragedia»
Actores
Para Carlos Hipólito (Madrid, 1956) «El crédito» es el tercer texto de Jordi Galcerán (Barcelona, 1964) que representa. Luis Merlo (Madrid, 1966), se estrena con el autor catalán, alguien a quien sigue, con interés y pasión, desde hace años. Sus carreras han discurrido casi en paralelo y siempre de manera preferente sobre las tablas; son «dos animales escénicos». Ahora se juntan por primera vez para protagonizar una hilarante contienda que el Teatro Arriaga acoge con carácter de estreno absoluto.
Jaime IGLESIAS | MADRID
«El crédito», la última creación de Jordi Galcerán, («Palabras encadenadas», «Burundanga», «El método Gronhölm») llega, por fin, a los escenarios y lo hace de la mano de un equipo de auténtico lujo: Gerardo Vera en la dirección y Luis Merlo y Carlos Hipólito dando vida al cliente y al director de una sucursal bancaria, enfrentados por la concesión de un préstamo. La puesta de largo será en el Arriaga con carácter de estreno absoluto.
«Con una mezcla de orgullo y temor», así encara Carlos Hipólito el estreno de «El crédito» de Jordi Galcerán, uno de los montajes más esperados del año y que tendrá su puesta de largo mañana (y hasta el domingo) en el Arriaga antes de iniciar temporada en Madrid. Y eso que en el caso de Hipólito es el tercer texto del autor catalán que estrena tras protagonizar con éxito «Dakota» y «El método Gronhölm»: «Siendo obras muy diferentes lo que es indudable es que todas parten de situaciones muy reales, muy inmediatas para el espectador, hasta lograr subvertir sus expectativas mediante el humor, convirtiendo en comedia lo que, en esencia, es una auténtica tragedia».
Algo que comparte Luis Merlo, su compañero de reparto en este tour de force entre el director de una sucursal bancaria y un cliente que acude a él a solicitarle un préstamo: «El teatro de Jordi Galcerán presenta una carpintería dramática soberbia. Al margen de la calidad literaria de sus diálogos y de sus réplicas, resulta apasionante la deriva humorística de sus obras sin que con ella se desvirtúe ni el planteamiento ni el contexto de lo que se está contando. En este sentido «El crédito» «es la comedia más hilarante que jamás he interpretado», una afirmación de peso en alguien que lleva, a pesar de su juventud, casi un cuarto de siglo pateándose los escenarios, una trayectoria casi en paralelo a la de su compañero de reparto, a pesar de lo cual nunca habían trabajado juntos.
Incomunicación/comunicación
«La química es una cosa extrañísima, o es muy fácil que se dé o prácticamente imposible -reflexiona entre risas Carlos Hipólito-. Con Luis ha sido muy sencillo, había ganas de trabajar juntos y eso nos hizo partir de una predisposición muy buena. Aparte, que en una obra tan despojada como ésta, donde lo único que hay son dos actores, un decorado y un texto la confianza es muy importante en tanto se trabaja un poco sobre el trapecio, tú te lanzas al vacío esperando que tu compañero te recoja».
Para Luis Merlo «resulta curioso que esa comunicación tan buena entre nosotros se haya producido a la hora de defender unos personajes cuyo conflicto se fundamenta en un ejercicio absoluto de incomunicación. Pero, en el fondo, igual que para interpretar a alguien que baila con mucha torpeza, el actor lo primero que debe saber es bailar bien, para representar un acto de incomunicación es importantísimo que entre nosotros haya una buena sintonía», algo que ambos actores hacen extensible a su relación con Gerardo Vera, director del montaje, quien con «El crédito» acomete su segunda puesta en escena tras abandonar la dirección del Centro Dramático Nacional: «Ha realizado una trabajo muy inteligente, una dirección de esas que casi no se ven», comenta Carlos Hipólito.
«Lo que nos ha transmitido es, sobre todo, una seguridad plena en nuestras propias posibilidades. Siempre que acudía a él con una sugerencia, me decía `no me lo cuentes, prueba a hacerlo'», dice Luis Merlo.
Una obra sobre el conflicto
Si bien el tema que plantea la obra no puede ser más actual, el montaje no aparece condicionado por el presente más inmediato como cabría desprenderse del título y de las situaciones que en él se recrean: «No se trata de una obra de denuncia o doctrinaria, es mucho más que eso, es el encuentro de dos seres llenos de contradicciones cuyo enfrentamiento les hace mostrar su verdadero (e inesperado) rostro», afirma Hipólito admitiendo, sin embargo, que parte del encanto que atesora el teatro de Galcerán proviene de su manifiesta capacidad para conectar con el público confrontándole con conflictos de índole cotidiana. «Sí, eso es así -concede Luis Merlo- pero no conviene olvidar que en esto del teatro la razón no la tienen los autores ni los actores, ni siquiera el público, sino algo tan abstracto como es el tiempo. Quiero decir que aquellos textos que, veinte años después de haber sido estrenados siguen funcionando, es porque realmente son buenos, más allá de contexto en el que fueron escritos. En este sentido no creo que «El crédito» sea una obra coyuntural porque su esencia es atemporal y es universal: se trata de la historia de un hombre que quiere algo y de otro que no quiere dárselo, y ese choque es puro teatro».
La pata de conejo
A la hora de hablar del presente en lo que sí coinciden ambos intérpretes es en estar viviendo un momento dulce. Carlos Hipólito viene de encadenar dos musicales de éxito como «Follies» (que le valió el premio Max al mejor actor protagonista) y «Sonrisas y lágrimas»: «La verdad es que me está acompañando la suerte, muchos compañeros me dicen que dónde guardo la pata de conejo (risas)».
Por su parte Luis Merlo, quien tras estrenar «Deseo» de Miguel del Arco el pasado año, aterriza en «El crédito» por un anhelo personal que le llevó a aparcar otros proyectos, considera que «no estamos para quejarnos aunque la capacidad de maniobra que posee el empresario teatral español, actualmente, es nula teniendo en cuenta el 21% de IVA que se nos aplica», comenta quien, además de actor, es productor, junto a sus hermanos, de este montaje. «Eso repercute sobre los salarios de los intérpretes. Yo ahora cobro un 60% menos de lo que percibía hace cinco años. Pero de momento trabajo no falta».
Esta situación es la que provoca también, según el actor, «que se vaya a lo seguro y que autores noveles o poco conocidos no tengan las oportunidades que merecen de cara a estrenar sus textos, hasta el punto de que hallar dramaturgos tan consolidados y con tanto tirón popular como Jordi Galcerán, resulta cada día más extraño, frente a lo que sucede en el Estado francés o en Gran Bretaña».
Ávido consumidor de las propuestas teatrales que acontecen en ciudades como Berlín, Londres, París o Nueva York, Luis Merlo se define como un firme defensor del hecho cultural: «La cultura nos define, nos sitúa en el mapa e incluso hay un tipo de turismo, del que en el Estado español carecemos, que es el turismo cultural. Sería bueno que nuestros políticos confiasen en el teatro de cara a atraer visitantes más allá del aliciente que ofrecen sangrías, paellas y relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor», comenta con sorna el actor.
«Sería bueno que nuestros políticos confiasen en el teatro de cara a atraer visitantes más allá del `relaxing cup of café con leche'»
«A la hora de representar un acto de incomunicación como este es importantísimo que entre nosotros haya una buena sintonía»
Aunque resulta una convención entre los teatreros afirmar que es en Madrid y Barcelona donde se corta el bacalao, Luis Merlo no duda en rebelarse contra el tópico y situar a Bilbo a la altura de las mejores plazas teatrales del Estado: «Yo el jueves en el Arriaga salgo a estrenar, no salgo a probar el montaje con vistas a saber cómo funciona de cara a la temporada que iniciamos en Madrid dentro de una semana: no, rotundamente no», señala con vehemencia el actor.
Claro que a él le puede la pasión por una ciudad «en la que estrené mi primera función como profesional, he recibido dos veces el premio Ercilla y de las veintidós obras que llevo estrenadas, veinte las he representado allí». Para Merlo «fan declarado de todas las transformaciones que ha experimentado Bilbo en estas últimas dos décadas», volver a la ciudad es reencontrarse con parte de su pasado, «por ejemplo con aquellas tertulias teatrales en el Carlton donde encontrabas a media profesión». Para el actor, además, Bilbo tiene el mérito de «saber cuidar su programación teatral más allá de la Semana Grande».
Por su parte, también para Carlos Hipólito estrenar en Bilbo supone «casi como una vuelta a casa, sobre todo hacerlo en el Arriaga, donde he vivido grandes noches sobre el escenario. De hecho mientras ensayaba estos días aquí, he sentido cómo afloraban dentro de mí distintas emociones», comenta el actor. «Este teatro tiene algo de especial, como lo tiene el público bilbaino, muy exigente, muy entendido. En esta ocasión confío en que se lo pase tan bien viendo «El crédito» cómo nosotros nos lo hemos pasado ensayándola. Además la obra se presta a ello, no es un montaje de esos que se olvidan a los dos minutos de salir del teatro, sinceramente pienso que deja poso y genera debate y eso es muy importante porque al final el éxito de público surge del boca a boca». J. I.