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Edurne Eguino y Fernando Espinosa Concejala de Izquierda-Ezkerra y coordinador de IU/EB Iruña

De banderas y conflictos

Debemos tener otra mirada hacia las banderas, una mirada más creativa, mestiza, respetuosa con la pluralidad, que acepte la voluntad de la mayoría y reconozca a la minoría

Empieza el curso político en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña, marcado por un debate «sobre las banderas», y seguimos observando un fuego cruzado poco constructivo entre Bildu y UPN.

Las banderas, los himnos, los rituales nacionales, son representaciones emocionales que se construyen en base a una tradición, un ideario o un sentimiento de pertenencia. Y en este sentido, para un grupo importante de personas, la ikurriña es un símbolo que representa ideas y emociones mucho más allá de ser la bandera de una comunidad vecina y mucho más de lo identitario. Claro que tiene que ver con un lugar y una tierra, pero sobre todo con una geografía humana y unos valores de lucha contra el fascismo y la dictadura. No hace falta ser nacionalista para incorporar la ikurriña en tu relato sentimental y de lucha por la democracia. Con la ikurriña nos sucede lo mismo que con la bandera republicana, quienes quieran de ella un símbolo patriótico se pierden lo mejor de su historia en su lucha por la dignidad y los derechos humanos.

En Navarra, es evidente, convivimos personas con diferentes sentimientos nacionales expresados en diferentes grados. Los que nos situamos en un plano intermedio, mestizo, o las personas que vivimos con menos pasión esto de las cosas nacionales, en muchos momentos tenemos dificultad para hacernos oír, porque habitualmente son los extremos quienes participan de esta juerga de las banderas.

La posición de Izquierda-Ezkerra en este tema la basamos en varios hechos contrastables; en primer lugar, la profunda heterogeneidad de la sociedad navarra en sus sentimientos de pertenencia. En segundo lugar en Navarra tenemos una personalidad propia muy acusada y marcada. En tercer lugar, es un hecho la insatisfacción de la comunidad vasquista con el actual estatus, a la vez que lo son las afinidades que tenemos con la CAV; y, por último, los vínculos de una mayoría de la Comunidad Foral con el Estado español son evidentes.

Es esta clara realidad la que nos debe marcar la forma en la que abordar los conflictos que se generan en torno a las banderas o los sentimientos nacionales. Por ello tenemos claro que si se sigue imponiendo una política de confrontación, de polarización o de hiperafirmación nacional tenderemos a consolidar una sociedad navarra dualizada, fragmentada y con un mala calidad en su convivencia interna.

Por el contrario en Izquierda-Ezkerra, coalición en la que convivimos personas con sentimientos vasquistas, gente con una inspiración más federalista y personas que simplemente no viven el hecho nacional como un parte importante de su personalidad, apostamos por fórmulas más integradoras, que sean capaces de superar el conflicto.

Abogamos por el reconocimiento explícito de los símbolos de las diferentes identidades existentes en nuestra sociedad, apoyándonos en tres criterios: El primero es atender y satisfacer a la pluralidad de identidades existente en Navarra, lo cual exige tener en cuenta la aceptación común de la identidad navarra y su diversidad de expresiones. Segundo, corregir el desequilibrio de hoy en día, mientras sigan sin ser reconocidos oficialmente los símbolos vascos (la ikurriña principalmente), cosa que provoca una justa insatisfacción e indignación. El tercero es fundar la necesaria convivencia de identidades en el respeto mutuo, en el reconocimiento de la legitimidad de todas ellas y de sus símbolos, en la adopción de valores integradores y no excluyentes, en unas reglas democráticas que respeten a la mayoría y también los derechos de la minoría.

Y en esta línea, ni UPN ni lo que ha representado Bildu han actuado con respeto. Porque tanto los unos como los otros, cada vez que han tenido la oportunidad han gobernado para los «suyos», sin atender a la pluralidad.

Cualquier debate que se exprese de forma maniquea, entre el sí y el no, conmigo o contra mí, española o ikurriña, estará condenado a ser poco gratificante, nada positivo y perjudicial para nuestra convivencia.

En el pasado pleno volvimos a revivir el debate del 6 de julio, en toda su extensión. Y volvimos a defender nuestra posición, que como hemos dicho se basa en el respeto a la pluralidad. Creímos en esa ocasión, y lo seguimos haciendo a través de estas líneas, que para las próximas fiestas debemos acordar una fórmula que facilite la expresión identitaria a todos los sentimientos nacionales, desde el respeto. No nos gusta la ley de símbolos, ni nos gustan las imposiciones.

Desde la política, el esfuerzo debe destinarse a buscar soluciones y no solo a señalar culpables. Por eso debemos tener otra mirada hacia las banderas, una mirada más creativa, mestiza, respetuosa con la pluralidad, que acepte la voluntad de la mayoría y reconozca a la minoría y sobre todo una mirada que trate de solucionar los asuntos más difíciles de la convivencia de identidades en lugar de azuzarlos.

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