Amparo LASHERAS Periodista
Matar sin estridencias
No resulta saludable que a una la despierten con estadísticas sobre las expectativas de vida de la población, en una sociedad que ha sentenciado a muerte los derechos y la teoría keynesiana del bienestar. Noticias de esa envergadura obligan a calcular los años de vida que se tienen por delante y es una forma demasiado repentina de empequeñecer el futuro que todavía nos parece grande y con porvenir. Es como si, de pronto, nos cambiasen el itinerario, la hora y el equipaje y nos apremiasen para correr detrás de un autobús destartalado y meter la vida en otra maleta más pequeña que, al cerrarla, se sobrará por todos los lados. Según un estudio, realizado por el INI, la esperanza de vida ha descendido, se ha «ralentizado». Dicen los datos que, en los próximos años, la vida de la mayoría se acortará y lo hará sin estridencias, con la naturalidad de una estadística que se archiva sin causas culpables. Si a esto le incorporamos un informe de la OMS de 2011, en el que se afirmaba que con la crisis la perspectiva de vida entre ricos y pobres se acercaba ya a los 20 años a favor de los que más tienen, la conclusión es que el neoliberalismo, por encima de todo, tiene un objetivo de muerte, social, económica y también física, igual al de las guerras imperialistas que siempre ocurren entre imágenes que van de un televisor a otro y se pierden en el camino de la inmediatez. La falta de trabajo, los bajos salarios, los desahucios, los recortes en sanidad, la precariedad de las pensiones, el desarraigo social de la educación o la desesperación de los suicidios y, frente a ello, la pasividad, la falta de lucha y el miedo, se convierten en las peores armas de destrucción porque nos matan mientras creemos que vivimos.