La afición vasca apenas se había recuperado del mazazo que supuso el anuncio de la desaparición del equipo ciclista Euskaltel-Euskadi por falta de financiación cuando se difundió que Fernando Alonso iba a adquirir su licencia UCI World Tour y que iba a dar continuidad al conjunto y a sus componentes. La noticia fue recibida con alegría y alivio. No había certezas sobre el nuevo proyecto, y lo poco que había trascendido dejaba claro que el piloto asturiano no tenía en mente mantener la personalidad que durante veinte años había caracterizado a esta escuadra, haciéndola única en el pelotón profesional, pero al menos se garantizaba el futuro más inmediato de un grupo que había hecho soñar a miles de seguidores en este país.

El proyecto de Alonso no era lo que el ciclismo vasco necesitaba, pero parcheaba el profundo agujero que había dejado el adiós de Euskaltel. Sin embargo, la esperanza ha vuelto a saltar por los aires tras la ruptura de las negociaciones entre la operadora y los representantes de la estrella de la Fórmula Uno. Un auténtico jarro de agua fría, sobre todo para los corredores que vuelven a quedarse sin equipo para el próximo año y que ya no tienen tiempo para negociar con nadie, ahora que las plantillas están prácticamente cerradas. También para los técnicos, mecánicos, auxiliares y demás trabajadores que durante estos años han acompañado a los ciclistas por las carreteras de medio mundo.

En un comunicado, la compañía telefónica sostuvo ayer que le gustaría explicar los pormenores de las negociaciones, pero que no puede hacerlo por respeto a la confidencialidad de las mismas, aunque durante toda la jornada hubo numerosas filtraciones sobre los motivos que habrían ocasionado el desencuentro entre ambas partes. Desde luego, los profesionales que se han quedado con el futuro en el aire necesitan una explicación oficial, cierta y razonada sobre lo ocurrido, y también la merece una afición que en el plazo de un mes se ha sentido decepcionada por partida doble.