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«El símbolo» y «el cuate» resumen su gira latinoamericana en un documental
Francesc Relea se estrena en la dirección de largometraje con «Serrat y Sabina: el símbolo y el cuate», una película documental en la que podemos contemplar la realidad latinoamericana desde el punto de vista de los cantautores Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat. Al margen de la música y sus conciertos somos testigos de su amistad.
Nagore BELASTEGI | DONOSTIA
«Joaquín, ¿te puedes levantar el sombrero, que no te vemos?», preguntaban los fotógrafos a Sabina mientras posaba junto a su amigo y también Joan Manuel Serrat durante el photocall del documental «Serrat y Sabina: el símbolo y el cuate», de Francesc Relea. Calentaba el sol y Sabina se negó al principio, con una sonrisa pícara para, al final, terminar saludando con él. Queda claro quién es el símbolo y quien el cuate.
Para quienes no estén familiarizados con el lenguaje latinoamericano, «cuate» significa «amigo» y se utiliza para definir a las personas que inspiran proximidad. «Él es el cuate, porque es más campechano -indicó Serrat- pero yo no me considero símbolo. Me repugna la gente que se autodenomína «símbolo»».
La amistad entre ambos es obvia y las bromas, sobre todo por parte de Sabina, fueron continuas durante la rueda de prensa ofrecida tras el primer pase del film. La película, que puede verse en la sección Zabaltegi (mañana en Trueba a las 20.45 y el jueves en Príncipe a las 17.00) es un viaje a Latinoamérica junto a los cantantes, que han ofrecido allí una gira conjunta, y de paso nos muestra la realidad de aquellos paises. Hace décadas que Serrat cruzó el Atlántico y desde entonces guarda a su gente en el corazón. «Mi primer viaje fue en el 69. Latinoamérica era un lugar convulso de norte a sur. Estaba lleno de sueños, de fantasías, de hombres nuevos. Yo me creí esos sueños y me incorporé a ellos», afirmó Serrat. El cantante se encontraba en México cuando, en 1975, realizó unas declaraciones en contra de la represión del régimen franquista, por lo que tuvo que permanecer en el exilio durante un año. «Aproveché esas vacaciones forzosas para meterme en una furgoneta y ofrecer conciertos. Fue un viaje extraordinario, una de las mejores experiencias de mi vida. Fui conociendo otras culturas y otras formas de vida para descubrir que al final todos somos iguales», explicó el catalán.
Sabina, en cambio, llegó a Latinoamérica «siguiendo el caminito que Serrat abrió con la furgoneta». La primera vez que llegó a México creía que no tenía público, pero sí lo tenía, y según el cantante «era muy de barrio». Se quedó perplejo cuando durante la misma gira actuó en Buenos Aires porque «vinieron a vernos verdaderos intelectuales. No entendía nada».
Cuanto más actúan más claro les queda que nunca se puede tratar al público por igual. Serrat afirmó en su lengua, el catalán, que el público es diferente tanto en otros estados como en el propio Estado español, según lo que vayan a ver y según su nivel de educación. «Lamentablemente, los quechua no vienen a nuestros conciertos porque tienen otras cosas en las que pensar».
Gracias a este documental podemos ser testigos de la excelente relación de estos cantantes, aparentemente diferentes, pero no tanto según ellos. Sabina fue muy claro. Bromeando dijo: «nos unen muchas cosas, nos separan solo dos; su envidia y mi talento. Yo soy un andaluz que vive en Madrid, él un catalán ciudadano del mundo».
El director Francesc Relea, se estrena así en el mundo del cine de largometraje con esta ópera prima que fue acogida entre aplausos. «Después de haber pasado años en un periódico, el mundo de la imagen lo tenía muy olvidado. Antes hice minidocumentales para TV3. Esta película ha sido un repaso, y es un honor poder compartir eso con estos dos personajes». Durante la gira rodaron 90 horas que se han quedado en 82 minutos. Había tanto material que para Relea «eliminar una secuencia era como arrancarse un trozo de corazón».