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Alberto Pradilla Periodista

«No te metas con la peña»

El sábado, mientras miles de personas tomaban Bilbo y renovaban su compromiso a favor de los derechos humanos de los presos, en Madrid también nos manifestamos. Bajo el lema «fuera la mafia», cientos de personas marchamos desde Sol hasta la sede del PP, en Génova. Había gente, sí, pero no la multitud que nos hubiese gustado. Y es frustrante. Con el saqueo al que estamo siendo sometidos, uno se plantea qué debería de ocurrir para que no estemos tomando el palacio de Invierno en un escrache con antorchas.

Pese a todo, echar la culpa a los demás siempre me ha resultado una reacción pueril, absurda e ineficaz. Puedes quedarte agusto, que también es muy sano, pero seguirás igual de solo que antes. Así que, antes de mirar hacia tu alrededor, creo que es imprescindible hacer el análisis propio.

En la mani, caminaba una chavala cuya mayor preocupación eran todas y cada una de las personas que nos observaban desde la acera. Les increpaba, como si cada viandante fuese la representación de Rajoy o Merkel, les señalaba y les recordaba que también son víctimas de este tocomocho. En el fondo tenía razón y, sin embargo, yo no podía dejar de pensar en una frase que siempre dicen mis colegas: «no te metas con la peña». En mi opinión, su dedo acusador simbolizaba muchos de nuestros vicios, equivocaciones y soberbias.

Aun partiendo de la premisa de que el resto está errado, que ya es mucho presuponer, resulta imposible convencer a alguien a base de latigazos. «Hola señor gilipollas, ¿viene conmigo a que le muestre el camino verdadero?» es la versión izquierdista del despotismo ilustrado. Teniendo en cuenta que la sociedad que queremos construir traerá mejoras para todos, también incluso para quienes ahora nos dan la espalda, abrir un frente contra ellos no parece la mejor estrategia para sumarlos a nuevas mayorías.

La lógica de «La vida de Brian» no puede ser la que se imponga a la hora de hacer política ni el sectarismo debería llevarnos a mirar con más sospecha al potencial compañero de lucha que al culpable de la estafa. Si perdemos de vista que el enemigo son los romanos, dejamos vía libre a estos, que siempre han tenido muchos menos escrúpulos a la hora de juntarse para defender sus privilegios. Necesitamos convencer, seducir, ser más. Y para ello, propongo partir de una base sencilla: tíos, «no os metáis con la peña».

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