Porque la vocación de Herrira se enraíza en la defensa de los Derechos Humanos, en su respeto para todos, incluidos los de las personas presas. Porque ese afán nace en un nuevo contexto en el que la izquierda abertzale ha comenzado a transitar con honestidad senderos que la acerquen a conocer y reconocer otros sufrimientos. Porque en esta sociedad, dividida en incomprensiones mutuas, partida en miles de sufrimientos tan distintos y tan similares, han brotado encuentros como los de Errenteria, donde se han compartido relatos de víctimas de diferente signo, donde representantes políticos de políticas aparentemente irreconciliables se han sentado a escucharlos.

Por eso Herrira, Wyoming. Porque esa España de relato único que cerró los ojos a su pasado reciente y llamó a esa ceguera supuestamente transitoria Transición, entiende que es mejor seguir a oscuras. Porque este proceso abierto en iniciativas como Eraikiz coloca a la izquierda abertzale en una posición nueva, en el centro de un contexto que no tiene que ver con el debate político, sino con la prepolítica, con el entendimiento.

Por eso Herrira. Porque esa España ciega quiere devolver a la izquierda abertzale al rincón y mandar al mismo tiempo un mensaje a sus ciudadanos, a sus concejales, para advertirles de que no puede haber entendimiento posible. Quizá porque teme que una sociedad vasca en proceso de sanación, consciente de la responsabilidad de su pasado, recobre la fuerza suficiente para hacerse políticamente responsable de su futuro social, económico e institucional.

Por eso se quiere enmudecer a Herrira, Wyoming. Para intentar devolvernos al pasado y prevenir así su propio futuro. Y, de paso, para que hagas un chiste.