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Raimundo Fitero

Característico

 

En las nóminas teatrales antañonas se establecía una categoría laboral de los característicos. Son actores y actrices que hacen muy bien un tipo de papeles secundarios, que crean tipos, que dan vida a personajes tópicos, característicos, como su nombre indica. Mirando las televisiones en sus informativos, las tertulias y debates, se llega a la conclusión de que actualmente las formaciones políticas están llenas de característicos. Ninguno es protagonista, ni artista invitado, sino que cumplen su papel, el duro, el melifluo, la especialista en un tema, la que tiene buena capacidad dialéctica. Pero nadie lidera nada. No sé si es así porque no hay nada que liderar o porque no existe esa vocación, esa fuerza, esa especialidad en los nuevos cuadros de los partidos.

Se funciona a golpe de consigna, se está en los platós con el Ipad encendido para que tu coach te vaya indicando respuestas, preguntas o argumentarios. No se basa casi ninguna intervención en una concepción global, estratégica o aunque fuera táctica, sino que se juega al entretenimiento político alienante. Yo pongo un tema y los demás me siguen sin preguntarse las razones por las que se ha colocado sobre la mesa. Y sucede, con todas las graduaciones que se quiera, con matices, comprendiendo circunstancias y coacciones, en todas las canales televisivos, en todos los idiomas y con miembros de todas las formaciones.

Quizás es que se ha instaurado el modelo «Sálvame», en el que no importa de qué o de quién se habla, sino de que quienes hablan se coloquen por delante, se enzarcen entre ellos más allá de cualquier otro objetivo para tomar protagonismo. Y si es preciso se llega a las manos, al insulto más barriobajero. Estos son más populares y llevan sus celulares en la mano, y por ellos reciben mensajes, incluso hablan con supuestos comunicadores externos. Fíjense bien, en eso se han convertido muchas de las tertulias de supuesto contenido político. Actúan por la necesidad de seguir siendo tomados en cuenta y les sigan dando vida televisiva como cuota de partido. Una decadencia en consonancia con la democracia tísica en la que se produce. Un reparto de característicos.