Cierto entrenador dijo una vez que prefería perder un partido 7-0 que siete partidos por 1-0. Ernesto Valverde venía repitiendo que no le importaba tener que remontar en San Mamés cada partido, siempre y cuando la victoria se quedara en casa. Ayer, ante un Valencia con oficio, que también se adelantó en el marcador, el Athletic logró al menos que su estadio siguiera virgen, y un punto, bienvenido después de lo que costó empatar, se quedará en Bilbo. Choque igualado entre dos equipos emparejados en la tabla, con un plantel rojiblanco que inquietó a base de arreones, pero al que le sigue faltando punch en los tres cuartos finales.

Ernesto Valverde confirmó la que se preveía titularidad de Saborit en el lateral zurdo y se decidió, por fin, por dar la oportunidad al `pichichi' De Marcos en detrimento de Aduriz. Y ambos fueron de más a menos en una primera mitad en la que, para no faltar a la taquicárdica tradición de este reencarnado San Mamés, el rival comenzó por delante en el marcador. Sucedió ante el Celta, el Betis y anoche ante un Valencia, que a medida que transcurrieron los minutos, ganó metros y peligrosidad ante un Athletic que amenazaba pero no daba. Llegaban los rojiblancos no en avalancha, sino a trompicones que siempre volcaban por la banda de unos inspirados Iraola y Susaeta, que hicieron diabluras por momentos ,pero sin que luego encontraran el premio del gol. Este león sigue sin ser tan fiero en los metros finales como lo pintan.

Bien plantados los de Valverde, sin desnudar la retaguardia, sin prisas -los cuatro defensas estuvieron entre los cinco jugadores locales que más pases dieron en esos 45 minutos-, con excesiva pausa en ocasiones, pero siempre alerta ante posibles pérdidas y contras de unos valencianistas que salieron con mucha pólvora arriba, dos puntas, Jonás y Alcácer, amén de los Pabón o un Feghouli que en el último tramo de esa primera parte decidió probar al joven Saborit y sobresaltar su hasta entonces plácida noche. Y es que hasta el minuto 32 los chés no dieron señales de vida. Y ahí estaba Iraizoz para hacer la estirada de la noche.

Mucho respeto entre ambos equipos, pero con un Athletic más incisivo, que remató sí, pero nunca con fortuna y menos aun con marchamo de gol. Un par de De Marcos, dos cabezazos flojos de Laporte, un disparo alto de Beñat... Poco bagaje ante un Valencia que cuando decidió estirarse hizo zozobrar un tanto la solidez defensiva local, aunque lo fiara todo a un penalti al filo del descanso. Laporte se cruzaba en el camino de Feghouli, y Banega daba una clase magistral de por dónde se lanza desde los once metros, tras los errados por Charles y Beñat en los encuentros precedentes.

Gol salvador de Rico

Con ventaja injusta en el luminoso se iban los chés al descanso, desigualdad que pareció dejar tocados a los leones al regreso de vestuarios. Duró poco, porque el Athletic pronto imprimió al choque un ritmo más animado al que sendos chutines de Muniain o De Marcos descafeinaban. No iba a ser empresa fácil, se veía, se percibía, ante un Valencia serio, que trataba de cerrar bien y que metía el miedo en el cuerpo cuando Jonás volvió a sacar lo mejor de Iraizoz en otro disparo envenenado, o cuando una indecisión de Saborit no fue aprovechada por los levantinos.

Movió piezas Valverde y tiró de músculo. Sacó del campo a un Herrera que no termina de cogerle el tranquillo a esa mediapunta y dio entrada a un Aduriz que pelea, pero al que le falta chispa. Sorprendió aun más el cambio de Iturraspe por Beñat, hacia el minuto 63, porque el Athletic iba por debajo en el marcador. No terminaba de llegar el Athletic, Guaita seguía sin agujetas y daba la impresión de que a los leones el partido se les iba de entre las manos. Este Valencia no es ni el Celta ni el Betis. San Mamés necesitaba algo para meterse en el choque, para empujar, y lo hizo Muniain en un disparo escorado que repelió el poste. Ni por esas. Así que Valverde dio entrada a su último cartucho, `al abordaje' Toquero, que se metió a la grada nada más pisar el césped y encabritó el partido como solía hacer en otro tiempo.

Y tanto fue el Athletic, que la fe movió la montaña valencianista. Balón colgado de Susaeta al segundo palo, allí aparece De Marcos para asistir de cabeza al poste contrario donde Mikel Rico se estrenaba empujando con su reluciente testa al fondo de las mallas. Rugía San Mamés que se abonaba otra vez a la remontada. Quedaba tiempo, quince minutos suficientes para tener otra parecida. Y la tuvo Gurpegi en un cabezazo a las manos de Guaita en el 82, y la marró sobre todo Aduriz poco después, en una jugada de pizarra con pase atrás de Iraola, De Marcos que la deja pasar y el donostiarra que no consigue enchufarla. ¡Athletic, Athletic! se caldeaba San Mamés. Había tiempo, pero faltaban ya ideas.

El colegiado regaló la última a los leones, con el tiempo añadido ya sobrepasado, amagó con pitar el final, pero dejó terminar el último arreón rojiblanco, que acabó con Guaita rebañando el balón de la cabeza de dos o tres leones que se abalanzaron como fieras a por él. Susaeta, sobre la raya de gol, asistía impotente al silbato que cerraba las tablas. Un punto son sabor a remontada. No hace tanto, estos partidos se hubieran perdido. Podrá faltar actitud, faltar la puntería, pero no la fe. La de San Mamés.