El grito de «¡vergüenza!» recibe a Barroso y Letta en Lampedusa
Rodeado por la cólera que retumba en Lampedusa y recibido junto al primer ministro italiano, Enrico Leta, con el grito de «¡vergüenza!» y «¡asesinos!», el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, aseguró ayer que «Europa no puede mirar para otro lado» después de la tragedia que costó la vida a más de 300 inmigrantes. El Consejo Europeo abordará el problema de la inmigración en su próxima cumbre el 24 y 25 de octubre.
GARA | LAMPEDUSA
«Europa está con los habitantes de Lampedusa. El problema de uno de nuestros países, como Italia, debe ser percibido como un problema de toda Europa. Europa no puede volver la cabeza», declaró Barroso en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro italiano, Enrico Letta, desde la pequeña isla siciliana. Para Barroso, «hacen falta esfuerzos mayores, una mayor cooperación entre todos los Estados miembros».
«Este drama es un drama europeo», insistió, por su parte Letta, quien anunció que las víctimas del naufragio en el que el jueves pasado murieron más de 300 personas tendrán funerales de estado. Letta explicó que la Comisión e Italia pedirán que el asunto de la inmigración se aborde urgentemente en el próximo Consejo Europeo del 24 y 25 de octubre.
Barroso y Letta visitaron la isla de menos de 6.000 habitantes junto a la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, y el ministro de Interior italiano, Angelino Alfano en un clima de tensión, tanto entre los inmigrantes como entre la población.
«¡Vergüenza!», «¡Asesinos!», gritaba un grupo de habitantes que esperó a la delegación en el mismo aeropuerto mostrando fotografías de inmigrantes.
«Hemos vivido con esto durante 20 años. ¡Basta de muertos! Pesan sobre la conciencia de los políticos italianos y europeos», gritaba uno de los manifestantes. A su vez, los pescadores de Lampedusa hicieron sonar las sirenas de sus barcos para «hacer oir su malestar»
«Esta miseria no puede pasar en silencio», declaró más tarde la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, que afirmó que la tragedia de la semana pasada «es la imagen más impactante del fracaso» de las leyes italianas que penalizan la inmigración clandestina.
Aunque no estaba previsto en su programa, la cólera de los habitantes y la insistencia de la alcaldesa forzó a las autoridades italianas y europeas a variar su programa en el último momento para visitar el superpoblado centro de acogida de inmigrantes -250 plazas para un millar de personas-.
«Duermen bajo la lluvia, en el barro. Peor que las personas sin hogar», relataba enfadado uno de los manifestantes. «La gente tiene que darse cuenta del estado en que el Gobierno italiano mantiene el centro. Más allá de la tragedia, no hay que olvidar a los supervivientes», agregó otro.
Barroso anunció la liberación de 30 millones de euros para la renovación de estos centros, reconociendo que «aún queda mucho por hacer».
La delegación también se detuvo ante los cuerpos de los inmigrantes rescatados del naufragio, la mayoría eritreos, alineados en un hangar. «Es distinto que verlo en televisión. Son imágenes que nunca olvidaré», afirmó Barroso.
A su lado, la comisaria encargada de Asuntos Interiores, Cecilia Malmström, reiteró la intención de la UE de poner en marcha una operación de «seguridad y salvamento» de migrantes en el Mediterráneo.
«Debemos abrir otros canales para un migración más regular», añadió la comisaria europea, mencionando la creación de «visas humanitarias».
Mientras tanto, los submarinistas continúan la recuperación de cuerpos. Hasta ayer ya habían llevado 302 a tierra firme: 210 hombres, 83 mujeres y nueve niños. Solo 155 personas pudieron ser salvadas y se estima que el barco llevaba más de 500 pasajeros. Según la página Fortress Europe, 6.825 inmigrantes han muerto ahogados en las aguas de Lampedusa desde 1994.
El presidente de Senegal, Macky Sall, afirmó ayer ante el Parlamento Europeo, que Europa «no puede cerrar sus fronteras desplazando barcos patrulla y satélites para vigilar las costas. Es una ilusión, de todas formas la gente entrará en Europa, como entrarán en Estados Unidos». Sall planteó «atacar el problema desde su raíz. Un joven que encuentra empleo no corre el riesgo de subir a los barcos que acaban el fondo del mar».
Radio Erena dio desde París la noticia del drama de Lampedusa al país de donde procedían la mayoría de las víctimas. Ha cubierto ampliamente el naufragio porque «para nosotros es casi un asunto personal» indica su redactor jefe, Biniam Simon. «Eritrea no tiene más que cinco millones de habitantes. Perder de 200 a 300 vidas puede tocar a cualquiera. Los muertos pueden ser tu vecino, tu colega...». Sin embargo, la información sigue siendo confidencial en este país que disputa a Corea del Norte el último lugar en materia de libertad de prensa. Aunque 3.000 personas huyen cada mes según la ONU, el Gobierno calla su suerte porque «los emigrantes son considerados traidores», según Biniam. «En nuestra radio hemos hecho entrevistas durante una travesía del Mediterráneo con personas que gritaban de miedo», explica Simon, que cree que el tratamiento por los grandes medios occidentales es «a veces inapropiado. Se habla de inmigrantes ilegales, pero los eritreos no tienen otra opción que abandonar su país», empujados por el servicio militar indefinido implantado por el régimen. «Son enviados a grandes proyectos, casi sin remuneración, que pueden durar hasta 40 a 50 años, a menos que antes queden inválidos», según Leonard Vincent, autor del libro «Los eritreos». Muchos se lanzan a la frontera donde los soldados tienen órdenes de disparar a matar y a pesar de la presión sobre las familias con multas o prisión. Quienes se ahogaron en Italia ya habían tenido que esquivar balas, cruzar el Sahara, atravesar Libia, donde se persigue a los negros... Aunque su muerte ha conmocionado a Europa, «no va a cambiar nada porque el problema no es abordado en su origen», predice Simon. GARA