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Teléfonos y tarjetas de crédito pudieron ser la clave para la liberación de Delorean

A medida que se van conociendo más datos del secuestro del grupo Delorean en México, queda cada vez más claro que no fue un secuestro «virtual» como se dijo en un primer momento. «Hemos sufrido una situación de terror que de virtual tiene bien poco», señalaron ayer en un comunicado. Los teléfonos móviles y una tarjeta de crédito podrían ser la clave para dar con el hotel donde los tuvieron sometidos a torturas sicológicas.

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Ane ARRUTI | ZARAUTZ

En un secuestro virtual, el extorsionador se comunica con los allegados del secuestrado -a veces inexistente- pidiendo una suma de dinero por rescate, mientras este permanece incomunicado creyendo que están velando por su seguridad. El modo de efectuar el secuestro de los cuatro músicos de Delorean fue así, ya que los zarauztarras fueron obligados a cambiarse del hotel Sheraton por la amenaza de un supuesto tiroteo.

Sin embargo, desde el momento en el que les despojaron de sus teléfonos móviles a tres de los cuatro -Unai Lazkano consiguió conservar el suyo-, les comunicaron que estaban secuestrados y empezó ahí la tortura sicológica a la que fueron sometidos hasta el martes al mediodía. Aunque el caso está en secreto de sumario, GARA ha podido saber que los secuestradores compraron tres veces comida en un establecimiento cercano al hotel en el que estaban en cautiverio los zarauztarras, lo que levantó la sospecha de los agentes de la Interpol, que antes ya habían acotado una zona de búsqueda, por alguna señal que transmitieron los teléfonos móviles de los músicos y porque, según señalaron a los familiares, utilizaron la tarjeta de crédito de uno de ellos.

«Las amenazas de muerte eran absolutamente reales debido fundamentalmente a la manipulación sicológica de la que son capaces los captores, auténticos profesionales del secuestro», señalaron ayer los jóvenes en un comunicado. «Tenemos que exculpar a este maravilloso país (México) que tan bien nos ha tratado siempre», añadieron, y calificaron la situación vivida como «una experiencia muy difícil». En su escrito pidieron privacidad y manifestaron que esperan que lo que han vivido haya servido para llamar la atención «sobre este tipo de abusos y que ninguna otra persona pueda convertirse en víctima en el futuro».

Fueron unas cinco personas las que, a turnos, se ponían en contacto con los familiares, reunidos día y noche en la comisaría de Oiartzun de la Ertzaintza, junto a miembros de la Sección de Secuestros y Extorsiones de la Policía Nacional española. Se identificaron como miembros de Los Zeta, pero por el modus operandi descartaron que lo fueran, para la relativa tranquilidad de los familiares.

Parece ser que uno de los teléfonos de los que llamaban coincide con el utilizado en otro secuestro, por lo que se deduce que los secuestradores forman parte de una banda organizada.

Las conversaciones, que a veces duraban entre hora y hora y media, fueron «muy violentas», aseguraron los familiares, con constantes amenazas de muerte. Después de colgar, volvían a llamar a los cinco minutos, incluso de noche. «Les pedimos que no llamaran en unas horas para que pudiéramos dormir algo, pero volvieron a llamar a las cuatro de la mañana, riéndose e insultándome», relató el padre de Igor, José Luis Escudero. «Estuvimos negociando todo el día y cuando nos atascábamos o no sabíamos qué decir, uno de los policías nos escribía en una hoja qué decir», explicó.

Pudieron hablar con los cuatro

Tras la liberación, los familiares pudieron hablar con el teclista Unai Lazkano, que se encontraba en la embajada española en México junto a sus compañeros Igor Escudero, Ekhi Lopetegi y Guillermo Astrain.

Desde Euskal Herria pensaban que los cuatro habían estado juntos, pero fue entonces cuando supieron que los habían separado en dos habitaciones, sin poder llegar a saber en qué situación se encontraban los otros dos. El padre de Ekhi llegó a asegurar que se escuchaba el ruido de una motosierra en la habitación contigua, con la que amenazaban con descuartizar a los secuestrados y «devolverlos en una caja de zapatos».

En las negociaciones los familiares pidieron más de una vez hablar con los jóvenes. «Se enfadaban mucho, te insultaban y colgaban. Te llamaban a los cinco minutos y te pasaban con uno de ellos unos segundos», relataron. De este modo y en distintas llamadas, consiguieron hablar con los cuatro. Lo que no saben es si los secuestradores pasaban el teléfono porque estaban en contacto con ellos o si realizaban una llamada a tres.

Para poder sacar alguna pista de su paradero, los padres intentaron «colar» preguntas en euskara, como por ejemplo, si podían traducir el nombre del hotel o el de la calle. Pero los mexicanos estuvieron muy atentos en todo momento y cortaron todos los intentos.

Ya liberados, han cancelado su gira prevista para EEUU y Canadá y se espera que lleguen hoy a casa. No ha sido la única cancelación, ya que, ante lo sucedido, otros músicos han optado por lo mismo. Es el caso del DJ John Talabot, quien señaló ayer en Twitter que cancela su gira en México «por motivos de seguridad».

MUY REAL

«Las amenazas de muerte eran absolutamente reales debido fundamentalmente a la manipulación sicológica de la que son capaces los captores, auténticos profesionales del secuestro», señalaron ayer los cuatro músicos en un comunicado.

COMPRA DE COMIDA

Los secuestradores compraron tres veces comida en un establecimiento cercano al hotel en el que estaban en cautiverio los zarauztarras, lo que levantó la sospecha de los agentes de la Interpol, que antes ya habían acotado una zona de búsqueda.

EUSKARA

Los padres intentaron «colar» preguntas en euskara, como por ejemplo, si podían traducir el nombre del hotel o el de la calle. Pero los mexicanos estuvieron muy atentos en todo momento y cortaron todos los intentos.

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