Raimundo Fitero
Ella
Hay vidas consagradas a los demás. Personas que han entendido el evangelio y han hecho de sus actos cotidianos una expresión de amor y entrega. Sin condicionantes, sin sectarismos, colocadas siempre en primera línea para defender los derechos de una comunidad, de unas personas. Siempre con los débiles, a su vera, frente a los poderosos. Estoy hablando de Ella, de Pakita de Abetxuko, de una mujer valenciana que llegó a ese populoso barrio gasteiztarra como monja y ha acabado sus días siendo una suerte de Pasionaria popular, la más babazorra de toda la capital, vinculada al barrio y luchando por mejorarlo.
Una voz autorizada para cantarles a los alcaldes de turno las necesidades perentorias de ese barrio emblemático. Capaz de reunir en su mesa la noche de la quema de las fallas, a los curas más rojos, a los parados más reivindicativos, a su familia, a periodistas agnósticos y algún apóstata. Nunca olvidó su Valencia natal, nunca perdió su valenciano para hablar con su familia mediterránea, pero fue la más señalada ciudadana de Abetxuko, sin cargo ninguno, sin otra misión que la entrega por los suyos, por mejorar el barrio y sobre todo, por mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Ella se nos ha ido. Seguro que estará en algún lugar donde van las personas buenas, en este caso una creyente sin fisuras entregada a hacer el bien en la medida de sus posibilidades. Seguro que está ya organizando a los más débiles, intentando mejorar la vida en ese más allá. Aquí nos deja su amor. Su familia, sus amigos, sus vecinos. Es en momentos como estos cuando uno siente no haber sabido demostrarle más claramente la admiración que sentía por su auténtico compromiso con los demás. Esa manera de estar en el mundo comprendiendo que cada uno puede mejorar al conjunto. Ella mejoraba todo cuanto tocaba.
Además se ha ido una seguidora de este txoko de esas que llamaba para felicitar o para discrepar. Siempre para entablar un debate fuera de los tópicos, siempre intentando conocer más, para poder ser más sabia, Ella que era la sabiduría popular, la que estaba conectada no sé si con su Dios, pero sí que con su pueblo. A Ella que tanto la queríamos.