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Txisko Fernández Periodista

De Ajuria Enea a la Quinta Avenida

Ha transcurrido un largo, larguísimo año desde que se llevaron a cabo las últimas elecciones autonómicas en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, en las que el PNV resultó vencedor con menos votos y escaños de los que esperaba, mientras que EH Bildu obtuvo un resultado inusitado -fue la segunda fuerza-, aunque las encuestas le habían colocado el listón un poco más alto todavía.

Ciñéndome al relevo en el inquilinato de Ajuria Enea que siguió a aquellos comicios, me reafirmo en que estos doce meses se han hecho muy largos. Muy lejos de la mayoría absoluta, Iñigo Urkullu optó por enfilar el camino hacia Lehendakaritza sin socios parlamentarios en los que apoyarse. Y tuvo el camino libre para acceder al cargo.

Pero, muy pronto, Urkullu comprobó el agrio sabor de la soberbia derrotada al no lograr imponer su primer proyecto presupuestario. Y a partir de ahí, la dirección del partido jeltzale dejó claro cuál iba a ser su nuevo modelo de gestión: el de toda la vida. Hoy pacto aquí con el PSOE y mañana lo hago con el PP en Madrid, o viceversa.

Es cierto que, entre tanto, ha llegado a algunos acuerdos significativos con la coalición soberanista, que mantiene su mano tendida para avanzar hacia otro modelo de país, con un estado propio y que camine hacia el estado del bienestar del que cada vez nos estamos alejando más.

Pero cuando llega la hora de la verdad, el PNV hace lo único que ha demostrado que sabe hacer en los últimos 30 años: pactar con el inquilino de La Moncloa, el presente (PP) o el presunto futuro (PSOE). Y con ellos pacta la reforma local en Madrid, la reforma fiscal en la CAV y, si les dan oportunidad, la reformas de esas reformas.

Ahora bien, con los soberanistas no pactan ni la emisión de un vídeo de un minuto del alcalde de Donostia. En esta ocasión me refiero a los soberanistas de la Euzko Etxea de Nueva York, no a los de EH Bildu. Y encima tienen el morro de esgrimir la subvención de Lakua al centro vasco neoyorquino como argumento para su veto.

Da la impresión de que a esta camarilla de dirigentes jeltzales le cuesta asumir que el dinero que maneja el Gobierno de Lakua es de todos. Y ha quedado claro es que no quieren pactos con soberanistas, ni con los de aquí ni con los de la Quinta Avenida. Prefieren al PP-PSOE. Son así; son jobuvis y poco más.

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