Hollande autoriza el regreso de la joven deportada, pero sin su familia
El presidente francés, François Hollande, autorizó ayer a la alumna gitana de origen kosovar expulsada a Kosovo el pasado día 9 durante una excursión escolar a regresar, pero sin su familia. La joven, instalada en Mitrovica con sus padres y cinco hermanos, respondió que no volverá sin ellos. El Ministerio del Interior consideró «justificada» esta deportación, pese a la fuerte polémica que este caso ha generado en la clase política, incluso en las filas del PS.
GARA | PARÍS
En una breve intervención televisada desde el Elíseo, el presidente francés, François Hollande, anunció ayer que Leonarda, la estudiante gitana expulsada con su familia a Kosovo el pasado día 9, podrá continuar sus estudios en el Estado francés «si lo solicita». Dijo haber tomado esta decisión por una cuestión «humanitaria», ya que «no se ha infringido ninguna ley» al expulsar a esta familia.
En un intento por cerrar la polémica creada tras su deportación, admitió que su detención y posterior expulsión no deberían haber tenido lugar durante una excursión escolar. Afirmó que se darán instrucciones para «prohibir» las detenciones de los alumnos en el marco escolar.
Leonarda Dibrani, de 15 años, cursaba tercero en el colegio André Malraux de Pontarlier y se dirigía con sus compañeros de clase y sus profesores a visitar la ciudad de Sochaux, cerca de la frontera suiza, cuando fue detenida para, posteriormente, ser deportada a Kosovo.
«La escuela debe ser preservada de los conflictos de la sociedad», dijo Hollande, aunque defendió la legalidad de la medida. «No hubo ninguna falta y se respeto la ley», alegó tras recibir del ministro del Interior, Manuel Valls, el informe encargado a la Inspección General de la Administración para determinar si hubo alguna infracción.
El documento, de 24 páginas y publicado en la página web de Interior, establece que la expulsión de la familia Dibrani estaba «justificada» porque ninguno de los recursos presentados por el padre había sido considerado «admisible» por la vía administrativa o la judicial.
Reconoce, no obstante, que no se tuvieron en cuenta las implicaciones que supondría una intervención de este tipo y recomienda, para evitar situaciones similares, que se prohíba «más explícitamente toda intervención en el espacio y el tiempo escolar y extraescolar». Legalidad aparte, el caso de Leonarda se ha convertido en una espina para la cohesión del Gobierno y la izquierda, donde la política de mano dura de Manuel Valls con la inmigración ha suscitado numerosas críticas.
En los últimos meses, la ministra ecologista Cécile Duflot fustigó la política de Valls, y el propio ministro de Exteriores, Laurent Fabius, dijo el viernes que esperaba una solución «humana» y respetuosa de los «principios» para la estudiante gitana. Pero Valls sigue escudándose en su alta cota de popularidad, algo de lo que no pueden presumir el presidente ni su primer ministro, Jean-Marc Ayrault. Según un sondeo publicado ayer por el periódico «Le Parisien», el 65% de los franceses se opone al regreso de Leonarda y su familia. Y el 75% aprueba la posición del ministro en este asunto. El viernes, miles de estudiantes salieron a las calles para exigir el regreso de Leonarda y de Khashik Kashatryan, un joven armenio de 19 años escolarizado en París y deportado hace una semana. Las movilizaciones se repitieron ayer y para el 5 de noviembre está convocada una manifestación nacional.
Desde Mitrovica, donde se encuentra actualmente con su familia, Leonarda siguió en directo el discurso del presidente Hollande y declaró de inmediato a AFP que no va a volver al Estado francés sin su familia. «No iré sola a Francia, no abandonaré a mi familia. No soy la única que tiene que ir al colegio, también están mis hermanos y mis hermanas», declaró Leonarda, nacida en Italia, al igual que cuatro de sus hermanos y hermanas. La más pequeña, de 17 meses, nació en Francia, y solo el padre, Resat, de 47 años, nació en Kosovo. La familia fue expulsada porque el padre, según reconoció el viernes, mintió al llegar a Francia en 2008 y dijo que eran todos kosovares, para tener «más oportunidades de obtener el asilo. Quemé mi permiso de residencia en Italia y el de mi mujer. A las autoridades les dije que éramos todos de Kosovo cuando pedimos asilo».
Pero Leonarda, que no habla albanés y necesita a su padre para comunicarse con los funcionarios locales, puso en evidencia lo kafkiano de la situación, afirmando que no quiere vivir en Kosovo y que para ella es «un país extranjero». «Quiero volver a Francia, quiero volver a mi casa», dijo la joven.
Su padre aseguró que «si no me permiten volver legalmente, pasaré por los bosques», y aseguró que «no hay ninguna posibilidad de que acepte dividir a mi familia».
En el mismo tono incisivo, la madre de Leonarda, Xhemailia, de 41 años, declaró dirigiéndose al presidente francés que«si quiere niños, no tiene más que hacerlos él mismo».
El Ministerio del Interior kosovar indicó que «pueden registrarse como ciudadanos de Kosovo». GARA