¡Dinero, dinero!
El Sr. Botín ha alzado su voz jocunda, su clamor mágico, su trueno olímpico para anunciar la buena nueva: «¡En España entra dinero por todas partes!». ¡Bailen las vírgenes, corra el mensajero, suenen las trompetas! De súbito un maná de euros cae majestuosamente sobre la llanura yerma. Las hienas ríen, las águilas se descuelgan desde un cielo limpio, las cabras monteses ramonean chequeras y los ángeles dorados de Blackstone invitan al nacimiento del nuevo día sobre el pesebre de la Bolsa ¡Botín, Botín, Botín! ¡Arriba España!
Pero las empresas mueren una muerte rebelde a la profecía, los trabajadores andan la calle camino del último sobre, los parados abren la tartera magra mientras llega el funcionario que da el número para el siempre, los pensionistas ya no comen en la pensión, los emprendedores venden un riñón para disfrutar el otro y los ángeles dorados de Blackstone gritan que «España es interesante» y animan a sus inversores a que compren deuda española, suelo español, casas españolas. «Los precios están ya mucho, mucho más bajos». A lo lejos se oye la voz del Sr. Botín en el ferial de la fantasía: «¡Siempre toca, si no un pito, una pelota». ¡Dinero, dinero por todas partes!
-Oiga usted ¿se ven ya los brotes verdes?
-De momento es la Guardia Civil que custodia el orden.
-Menos mal. Nada como el orden.
Izquierda, derecha, izquierda, derecha. ¡Izquierda, derecha, izquierda! Uno, dos, tres, cuatro...
Vuelve la alegría y las chicas de San Fernando/ le dicen al comandante/ que si se van los marinos/ ellas marcharán delante. ¡España, España; uno, dos, tres cuatro! ¡Blackstone, Blasckstone/ y que nadie se acojone! Uno, dos, etc, etc.