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Doroteo Santos Diego | Ertzaina

La Policía de las pelotas

 

El uso policial de las pelotas de goma fue un avance en relación a la utilización de la fuerza en espacios públicos. Significó un paso importante para evitar los daños mortales cotidianos en la represión de las protestas y revueltas más o menos populares. Dándose una interacción entre las formas de reclamación cada vez más pacíficas y los métodos de control coercitivo, evitando reforzar al poder mediante acciones violentas que justificasen su reacción armada; a la vez que evolucionaba la sensibilidad política hacia la aplicación de los derechos humanos. Es la historia, del «disolver» las concentraciones a tiros al empleo de métodos menos letales, aunque haya a veces resultados trágicos (como el caso de Iñigo).

Más allá de las emociones, imponderables cuando se trata de un drama, y evitando las manipulaciones partidistas, pero dentro de la legítima controversia ideológica, es importante la reflexión sobre la policía, en general, y sobre sus prácticas más notorias, en particular. Así que es preciso reconocer el esfuerzo que desde Bildu se está haciendo en el ámbito del análisis de la seguridad, aunque discrepemos de sus notables, cuando dicen que su policía no sería represiva (toda policía es coactiva por definición y función; cuestión diferente es con qué contenidos y cómo realizar sus cometidos de control institucional formal), o todavía hoy destacan como prenda de referencia la txapela (así defendido por Arzuaga en el congreso de Erne). Algo más es exigible a la segunda fuerza política de Euskadi, reconociendo su evolución desde aquel Estatuto Nacional de Herri Batasuna, que juntaba «Policía y Ejército».

Tiempos nuevos, se dice, por diversas causas; para la seguridad vasca especialmente, dado el proceso de desaparición de la organización terrorista ETA. También por la necesidad de una mayor eficiencia en los escasos recursos públicos. Pues bien, concretemos los planteamientos en acciones, empezando por las responsabilidades propias; por ejemplo, en la Guardia Municipal de Donostia-San Sebastián, inmersa en un continuismo funcional y con algún cambio meramente estético. Y qué decir de la carencia de desarrollo de los Mikeletes por parte de la Diputación Foral de Gipuzkoa (que no significa más policías, sino redistribución de ertzainas -tipo Miñones alaveses- para cometidos más ambiciosos de las competencias forales: fraude fiscal, protección medio ambiental y urbanística, transportes, apoyo social, etc.). A partir de la práctica concreta es como se demuestra una alternativa real, también en la policía.

Siempre es complicado hacer cosas novedosas, especialmente en campos que generan contradicciones profundas, como es el caso de la policía para partidos y personas de «izquierdas» (aquí el «eje nacionalista» pinta poco). La dificultad de las políticas públicas «seguritarias», como el «Derecho Policivo», es muy alta para su plasmación práctica, porque discursos «alternativos» podemos hacer los que queramos. Bien conocen esos problemas de praxis quienes han de ejecutar las políticas de seguridad desde opciones de «izquierdas», con experiencias de todo tipo (desde la catalana más cercana de ICV a la Policía Nacional Revolucionaria de Cuba o la Policía Bolivariana de Venezuela, o a la influencia del Die Linke alemán).

Ahora mismo hay dos experiencias especialmente significativas de aplicación de políticas policiales «desde la izquierda» (sin entrar en el atractivo mega-caso chino), ambas lideradas por mujeres. Y desde luego no es el caso vasco, que ni es de izquierdas ni su liderazgo policial es ejercido por la consejera de Seguridad. Una de las experiencias reales es la correspondiente a la Policía civil carioca, con su directora, Martha Mesquita da Roche, haciendo un esfuerzo fantástico con el apoyo del Partido de los Trabajadores. La otra referencia viene de más largo, con la jefa de la Policía Nacional de Nicaragua, la comisionada Aminta Granera, y su modelo «preventivo, proactivo y comunitario»; evolución del revolucionario comandante Tomás Borge, que al frente del Ministerio del Interior hizo poner en las comisarías el lema «Centinela de la felicidad del pueblo». Al menos una utopía que hace trabajar policialmente de otra manera.

Además de esas, y otras, referencias internacionales, podemos plantear nuestra propia política vasca de seguridad; también en relación a los avances que encontramos en la Estrategia de Seguridad Interior de la Unión Europea. Un sistema de seguridad «con» policías, discutiendo la propuesta de César Manzanos (GARA, 12-6-2013), pero coincidiendo con él en que la seguridad es tan importante que no debe dejarse «solo» en manos policiales. Una «exclusividad» policial que tanto el EAJ/PNV como el PSE han ejecutado al frente del Departamento de Interior del Gobierno Vasco. Un buen apoyo para esa política alternativa es la contrastada integración del EBDH (Enfoque Basado en Derechos Humanos), aplicado en prácticas de cooperación internacional, que bien puede adaptarse a nuestra realidad. Tenemos que evolucionar y sobrepasar esa policía de las pelotas, ya veremos hasta dónde llegamos.

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