Cuando perder por 17 puntos frente al Real Madrid no se considera haber recibido una paliza, es que el conjunto merengue tiene un potencial realmente temible. Bilbao Basket, a diferencia de lo visto en la Supercopa, no bajó nunca los brazos y se aferró al partido, en parte gracias al carácter indomable de Dairis Bertans, carácter al que se adhirieron Mumbrú y Kavaliauskas, y en parte gracias a que el Real Madrid firmó un cochambroso 13 de 26 en tiros libres, con Mejri y Mirotic sumando un increíble 1 de 7 desde «la distancia de la caridad». Pero el mal arranque de los vizcainos, que los hizo ponerse con un 13-2 adverso, y el talento maravilloso de Sergio Rodríguez, hizo que el partido nunca estuviera al alcance de los de Rafa Pueyo, que siguen sin ganar en la Liga ACB Endesa.

Y sin Rudy Fernández

Bilbao Basket padecía a un Bourousis imparable en los primeros minutos. El pívot heleno hacía lo que le daba la gana porque la defensa vizcaina salía algo timorata a la cancha, y Llull conseguía contactar con él con toda la facilidad del mundo.

Se intuía otra paliza de antología, pero esta no tuvo lugar. Los de Laso erraban sus tiros libres -llegaron a firmar un 2 de 10- y los hombres de negro, de la mano de Mumbrú y Bertans, empezaban a sacar su orgullo. La defensa madridista tampoco es que se esmerara del todo, porque aun a medio gas, le daba para irse al descanso con 49-37.

Bertans volvió dar muestras de su clase al regreso de los vestuarios, llegando a poner a los hombres de negro a menos de diez puntos: 54-46. Laso, que decidía reservar a Rudy Fernández para darle un respiro, toda vez que los merengues habían jugado el viernes su último partido de Euroliga, daba entrada a Felipe Reyes, y entre el cordobés y el ex de Gipuzkoa Basket Dani Díez se las apañaban para que la renta local no bajara nunca de los 10 tantos. Uno con sus rebotes, el otro con su intensidad.

Entre los bilbainos regresaba Carmichael, y Vrkic debutaba en la Liga ACB, ofreciendo más refresco que acierto, igual que un Gabriel que no llegó a tomarle el pulso al encuentro. Con todo, Kavaliauskas se animaba a buscarle las cosquillas a su oponente bajo los aros.

Pero en estas llegaba Sergio Rodríguez. El «Chacho» se puso a repartir juego y a martillear el aro en cada cambio defensivo. Reyes y Carroll se subieron a la estela de su talento, y ahí se agotó la resistencia bilbaina. Sigue la lenta mejoría de los hombres de negro, pero ante un rival tan poderoso hacía falta más.