RESPUESTA CIUDADANA ante la inseguridad
Autodefensa en México, expresión de hartazgo
La incapacidad de las autoridades mexicanas de garantizar la seguridad en buena parte del país, unida al abandono institucional, ha llevado a grupos de ciudadanos a organizarse y armarse con el fin de garantizar su seguridad, tanto la propia como la de la comunidad a la que pertenecen.
Ruben PASCUAL
La Constitución mexicana, en su artículo 17, establece que «ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma ni ejercer violencia para reclamar su derecho». Pero, ¿qué sucede cuando el Estado no es capaz de cumplir con la obligación de proporcionar seguridad a la vida y a las propiedades de sus propios ciudadanos?
La ausencia de un Gobierno federal, estatal o municipal que cumpla con las obligaciones que se le suponen a un estado de derecho han generado un nivel de hartazgo que se ha traducido en la proliferación de cuerpos de autodefensa comunitaria.
Pese a que, según la fuente consultada la cifra varía ligeramente, los recuentos efectuados por medios locales y nacionales mexicanos arrojan una cifra nada desdeñable: Se han contabilizado al menos 40 grupos en dieciséis de las 32 entidades federativas que conforman México.
Sería un error meterlos a todos en el mismo saco, ya que existen diferencias sustanciales entre ellos.
La expresión de la autodefensa con mayor bagaje en la historia moderna de México es la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y Policía Comunitaria (CRAC-PC), creada en 1995 en el estado de Guerrero -situado en el sur de la república, cuenta con uno de los mayores índices de pobreza- y que tiene presencia en más de un centenar de municipios. En este caso, la policía comunitaria se rige por los usos y costumbres y sus miembros son nombrados en una asamblea ante la cual deben también responder.
La CRAC, entre cuyas funciones están la administración de la justicia y la procuración, se encarga del proceso de reeducación de aquellas personas que son halladas culpables de haber cometido algún delito.
Estos procedimientos se llevan a cabo respetando el debido proceso, con juicios orales y tomando en cuenta las versiones de las partes implicadas.
Esta policía comunitaria cuenta con el derecho a existir como parte de las estructuras de los pueblos. Ese derecho está amparado por convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Constitución Política de México, cuyo segundo artículo establece que los pueblos indígenas descienden de las poblaciones que habitaban el país antes de la formación del Estado y que, por ello, su derecho es anterior al Estado.
A pesar de que en México los pueblos originarios y sus organizaciones sufren a menudo hostigamiento por parte de las autoridades, están asistidos por el derecho a la libre determinación y, por tanto, a la autonomía. Es decir, que aún estando dentro del Estado, cuentan con derechos colectivos y pueden crear sus propias estructuras.
Brigadas de autodefensa
Un caso distinto son las autodefensas formadas generalmente por campesinos armados y sin entrenamiento, que establecen controles de carretera e incluso emprenden juicios populares contra los detenidos.
El último caso que ha trascendido se produjo el pasado fin de semana, cuando una brigada de autodefensa abatió en Michoacán a cinco presuntos narcotraficantes de la banda conocida como «Los Caballeros Templarios», horas después de que estos atacaran varías subestaciones de energía.
Si bien es cierto que estas expresiones surgen del hartazgo ciudadano por el menosprecio con que se les trata y que pudieran entenderse como acciones de legítima defensa, no hay que obviar el riesgo real de colombianización de México.
Esta cuestión no es baladí, sobre todo teniendo en cuenta lo sucedido en Colombia en los años 90, cuando surgieron las llamadas Autodefensas Unidas, que acabaron convirtiéndose en una organización paramilitar respaldada por grupos del narcotráfico.
Habida cuenta de la clara relación entre el Plan Mérida y el Plan Colombia, así como la labor de asesor del Gobierno de Enrique Peña Nieto que cumple el general colombiano Óscar Naranjo en materia de narcotráfico, no resulta exagerado pensar en las intenciones del Estado de aplicar, bajo el pretexto de la lucha contra las drogas, esquemas de represión contrainsurgente.
Es decir, que se buscaría militarizar y paramilitarizar el país, no para acabar con el negocio de la droga, sino para poner fin de manera preventiva con grupos que propugnen un cambio político y social.
La cuestión de los grupos de autodefensa en América Latina suele aparecer relacionada al horror que supusieron las Autodefensas Colombianas. Sin embargo, las policías comunitarias o brigadas de autodefensa se han experimentado también con resultado opuesto, de manera muy exitosa.
En el año 2000, la ciudad guatemalteca de Villanueva puso en práctica el citado modelo como parte de un programa llevado a cabo por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y se logró en apenas diez meses que el porcentaje de personas que denunciaron haber sido víctimas de al menos un delito en los últimos meses descendiera más de diez puntos porcentuales, del 34% al 23,8%.
En Brasil, basándose en la experiencia de Sao Paulo, se implementó el modelo de policía comunitaria, que hizo descender la criminalidad y aumentó la sensación de seguridad. R. PASCUAL