CRíTICA: «Pacto de silencio»
Thriller conspirativo de los 70 sobre la clandestinidad
Mikel INSAUSTI
A Robert Redford le asiste el derecho histórico a volver sobre el thriller conspirativo de la década de los 70, por su contribución al mismo en títulos clave como «Todos los hombres del presidente» o «Los tres días del cóndor». De igual modo que se puede permitir hacer bandera del progresismo político, dada su trayectoria comprometida en Hollywood. Pero aunque la veteranía es un grado, no es tarea fácil erigirse en mensajero del pasado y, menos aún, cuando se trata de devolver su identidad a los que la perdieron al tener que pasar a la clandestinidad.
Tengo la sensación de que Robert Redford llega tarde al tema, tratado de manera insuperable por el maestro Sidney Lumet en «Un lugar en ninguna parte», película de 1988 que describía la persecución a la que era sometida una familia de antiguos militantes izquierdistas. El grupo concreto de activistas a los que hace referencia Redford es Weatherman, resucitados en el 2002 por el documental de Sam Green y Bill Siegel «The Weather Underground». Su pacifismo se volcó en las campañas contra la guerra de Vietnam y por la liberación del padre de la psicodelia Timothy Leary. En esta ficción basada en una novela de Neal Gordon se habla, sin embargo, de una cuenta pendiente con la justicia a causa de un delito de sangre.
He ahí la razón por la cual ni el protagonista ni sus viejos camaradas pueden salir a la luz pública y abandonar las falsas identidades bajo las que se mantienen ocultos. Poco importa que ya no sean unos revolucionarios, o que hayan formado hogares burgueses y desempeñen cargos dentro del sistema, porque a los ojos del Tío Sam han de pagar por sus pecados de juventud. La situación en sí, con el consiguiente desfase temporal, crea no poca desorientación en el espectador, agravada por el hecho de que Redford se empeñe, a sus 77 años, en aparecer como padre de una niña de once. Para demostrar que su papel no es el de abuelo participa en las escenas de acción sin la ayuda de dobles, corriendo como si le fuera la vida en ello.