Maiana Bustinza Y ANE MUGURUZA | Integrantes de la fundación Egiari Zor
«Nuestro dolor no nos da ni la condición de juristas, ni de políticos»
Ane nació quince días después de que su padre, Josu, cayera abatido en el Hotel Alcalá de Madrid, por lo que, según confiesa esta estudiante de Educación Infantil de 23 años, le fue conociendo a través de referencias. Maiana, de 28 años, tenía doce cuando su padre murió en la emboscada que llevó a cabo la Guardia Civil en la bilbaina calle Amistad. No tuvo tiempo de hacer vida normal con él.
Agustín GOIKOETXEA |
Las víctimas de ETA parecen muy activas, se ha visto con el tema de Estrasburgo, convocando manifestaciones y ejerciendo de «lobby». A ustedes se les oye mucho menos, pero también es verdad que aparecen menos, ¿por qué?
Ane MUGURUZA: La cuestión principal no es de cantidad sino de ámbito. Desgraciadamente nuestra realidad es la que es, somos víctimas de la violencia del Estado y esta condición conlleva una responsabilidad. Por un lado con la memoria y la dignidad de nuestros familiares asesinados y por otro con la sociedad. Por la dolorosa realidad que nos ha tocado vivir, hemos adquirido el compromiso de aportar en positivo desde el ámbito que nos corresponde para que este pueblo pueda avanzar en el camino hacia la paz, para que nadie más, nadie, tenga que vivir la traumática experiencia de perder a un ser querido en el contexto del conflicto y se resuelvan las razones que lo generaron.
Maiana BUSTINZA: En Egiari Zor siempre hemos tenido claro que nuestro dolor, nuestro sufrimiento, no debía ser un elemento más para ahondar en la confrontación social, ni ser utilizado como obstáculo para alcanzar o construir la paz, sino para todo lo contrario. Sabemos que el papel que podemos jugar es fundamental, pero tenemos clarísimo que nuestro dolor no nos da ni la condición de juristas, ni de políticos, y por ello jamás vamos a intentar dirigir ni la vida política ni la judicial.
¿Hasta dónde llega su condición de agente activo?
M.B: A una parte de nuestra actividad no le damos una dimensión pública. Mantenemos reuniones periódicas con agentes, asociaciones y plataformas, además del funcionamiento interno de la fundación. Participamos en foros, mesas redondas, debates... Hacemos aportaciones a las propuestas y dinámicas que se presentan desde las instituciones en materia de derechos humanos y víctimas.
Sorprende su juventud, ¿qué les ha llevado a dar el paso de trabajar en Egiari Zor?
M.B: Ser jóvenes hoy supone ser los adultos de mañana y todo lo que hoy podamos construir será lo que se tenga que gestionar en un futuro. Si se avanza en el camino hacia la paz, una paz justa para todos, será lo que nos toque empezar a disfrutar a nosotras o a generaciones futuras. En cambio, si nos enrocamos en la trinchera, si no hacemos el esfuerzo de dejar de alimentar una y otra vez nuestro propio dolor, el panorama que les dejaremos a otros será el que nos ha tocado vivir a nosotras y no es deseable para nadie.
A.M: En nuestro caso hemos tenido referentes como nuestras madres, que nos han educado para no sentir rencor ni odio. Les tenemos que dar gracias por ello. El rencor, el odio, la necesidad de venganza son sentimientos que destruyen a las personas que los sienten.
Cuando Egiari Zor se presentó, fijó su objetivo principal en obtener la verdad para avanzar hacia una solución justa y pacífica. ¿Cabe entender que se conformarían con eso, con la verdad, por encima de otros criterios como la justicia y la reparación?
M.B: Los términos son muy importantes, pero desgraciadamente en lo conceptual existe desde hace décadas una manipulación de parte manifiesta. Por poner algún ejemplo, el propio término de víctima, el de justicia, dignidad, verdad... De alguna manera nos dimos cuenta de que desde diferentes sectores se ha ejercido un adoctrinamiento brutal en torno a esos conceptos, hasta tal punto que ni nosotros nos sentíamos identificados en ellos. Por tanto, ahí hubo un trabajo digamos de desintoxicación del concepto, y fijamos nuestra mirada en las definiciones de organismos internacionales. Ahí sí nos sentimos identificados en los conceptos de víctima, de afectado, de justicia, de memoria...
A.M: En lo que a justicia se refiere, somos conscientes de que la injusticia existente es la que propició la muerte de nuestros familiares y cientos de personas más. Por tanto tenemos claro que la justicia en nuestros casos no vendrá de ningún tribunal español ni francés. Nuestro punto de partida es el recuerdo a las personas arrebatadas y la exigencia de que el reconocimiento, la verdad, la justicia y la reparación sean las bases indiscutibles de una justa, verdadera y definitiva solución. Justicia es abordar de una manera sincera lo ocurrido y las razones de por qué ocurrió.
Dicho en otras palabras, en un esquema de resolución en base a justicia transicional, ¿aceptarían un cierto nivel de impunidad para los crímenes cometidos con sus familiares?
A.M: ¿Impunidad? Si algo hemos conocido a lo largo de nuestra vida, aparte de tragedia personal, de perder a nuestros familiares, ha sido y es precisamente eso, impunidad. Los estados convirtieron en impunes los crímenes contra nuestros familiares.
Sobre la justicia transicional, es cierto que ha sido una herramienta válida en otros conflictos, pero también que no existe un modelo único de justicia transicional y que es cada pueblo el que debe de diseñar su propio modelo. No vamos a entrar en espacios que no nos corresponden, la gestión de la justicia, el carácter de la misma y su aplicación no forma parte de nuestro ámbito. En cambio, sí creemos que como paso previo a la aplicación escrupulosa de la justicia es imprescindible la creación de mecanismo proactivo de la verdad, Comisión de la Verdad o como se quiera llamar. Es absolutamente imprescindible identificar todas y cada una de las vulneraciones de derechos humanos sin excepción acontecidas en los últimos cincuenta años, no solo para aplicar justicia, sino para encontrar el modelo más adecuado.
Volviendo a esa verdad, poco se ha avanzado en estos dos años de nuevo tiempo. No se ha esclarecido ningún caso nuevo de guerra sucia ni violencia parapolicial, ¿qué opinan al respecto? ¿Esperan que en el futuro sí sea posible?
M.B: Hay que decir que la mayoría de nuestros casos nunca han sido asumidos ni reivindicados por nadie, aunque sepamos de donde vienen. Los crímenes contra nuestros familiares se cubrieron de impunidad, y quien otorga impunidad no quiere esclarecimientos, ni que se reconozca que hay víctimas provocadas por ellos, por sus responsables políticos, fuerzas de seguridad, mercenarios a sueldo... Negarnos es negar su violencia y por tanto la existencia del propio conflicto.
A.M: Pero esta idea de la violencia única, del relato único, ya se les ha caído. Hay sectores que nos siguen negando porque somos el espejo donde se refleja su violencia, pero vamos a seguir insistiendo, estamos aquí y vamos a seguir estando. Quieran o no somos parte de la memoria, del relato y también parte de la verdad de lo ocurrido. La verdad será la suma de las verdades existentes, la suma de lo que cada uno ha vivido.
Hace dos años, una parte renunció a la violencia, fue un gran paso. Ninguna persona más ha sufrido esa violencia ni las consecuencias de la misma, esto es muy, muy importante, aunque otros no podamos decir lo mismo. Ojalá que todas las partes diesen el mismo paso y que tampoco nadie tenga que sufrir nunca más la violencia que nos ha golpeado a nosotras.
¿Es ajustado a la realidad hablar de «víctimas de ETA» o de «víctimas del Estado» en general, como si todos tuvieran la misma posición?
A.M: En absoluto. Afortunadamente hemos podido comprobar que hay víctimas de ETA que comparten la necesidad de diálogo para alcanzar consensos, acuerdos que nos permitan a todos seguir avanzando. Que no han permitido que se juegue con su dolor, ni que se las utilice para una estrategia involucionista o de no solución. ¿Por qué a víctimas como Rosa Rodero, Verónica Portell, las hermanas Lluch, entre otras, no se las oye? ¿Por qué a sus discursos y opiniones no se les da la dimensión y se les ofrecen tribunas como a otras víctimas de ETA? Aprovecho para destacar las posiciones de estas mujeres cuyo compromiso es también con la paz. Es importante que la sociedad sepa que no todas las víctimas pensamos igual ni perseguimos los mismos objetivos.
Más allá de la iniciativa Glencree, ¿existe contacto entre víctimas de los dos lados? ¿Es posible algún tipo de aportación común?
M.B: La iniciativa Glencree nace en 2007 y continúa durante cinco años, hasta principios de 2012. Egiari Zor nace precisamente en abril de ese año y durante este año y medio de vida hemos compartido diferentes actividades entre víctimas. Por poner un ejemplo, coincidimos en aspectos como que si no se reconocen los dos relatos no se podrá cerrar el conflicto, ya que ninguno de nosotros tiene la verdad absoluta; en desear un final sin odio y sin venganza, basado en el respeto mutuo.
La campaña desatada por algunas víctimas nos retrotrae a décadas atrás. ¿No se corre el riesgo de sumir a la sociedad en la desesperanza?
A.M: Afortunadamente no todas las víctimas pensamos igual, la sociedad vasca ansía la paz, cree en una solución justa para todos y es una exigencia que se le hace a la clase política, altura de miras e implicación y buena gestión del momento que vivimos. Todas las iniciativas puestas en marcha desde diferentes sectores y ámbitos avalan que el camino que la sociedad vasca ha elegido es el de la construcción de la paz y de la convivencia democrática.
¿Qué sienten cuando escuchan a víctimas de ETA hablar de impunidad por la sentencia europea sobre la doctrina, cuando los presos a los que se refieren han pasado casi 30 años en la cárcel?
M.B: Nosotras no hemos cumplido aún los treinta años de edad, y pensar en que hay personas que han pasado en prisión mas años que nuestra propia vida, como ser humano es algo que te hace reflexionar sobre muchas cuestiones. Por otro lado, piensas que en casos como los nuestros nadie ha pagado ni un solo día de prisión. Imagino que cada uno tiene sus conceptos sobre qué es impunidad, democracia, Estado de Derecho y derechos humanos.
A nivel humano, ¿comprenden de algún modo esa reacción?
A.M: A nivel humano entendemos que nada ni nadie nos va a devolver a nuestros seres queridos, por mucho que lo deseemos esto no va a poder ocurrir nunca. Esta es la tragedia. Comprendemos perfectamente el dolor, lo reconocemos porque nosotras también lo sentimos, sabemos cómo duele, lo duro que es. El dolor no sabe de siglas, ni de ideologías, es exactamente idéntico para todos, aunque indudablemente a cada uno le duele el suyo. Por eso, entendemos que el dolor es una cosa y la gestión de ese dolor otra muy diferente.
«Hemos tenido referentes como nuestras madres que nos han educado para no sentir rencor ni odio. Les tenemos que dar las gracias por ello»
«Afortunadamente hemos podido comprobar que hay víctimas de ETA que comparten la necesidad de diálogo para alcanzar consensos, acuerdos»
«La injusticia es la que propició la muerte de nuestros familiares. Justicia es abordar de una manera sincera lo ocurrido y las razones de por qué ocurrió»
«Hay sectores que nos siguen negando porque somos el espejo donde se refleja su violencia, pero vamos a seguir insistiendo, estamos aquí y vamos a seguir estando»