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49º edición de la behobia-donostia

La meta estaba en el Boulevard y, metafóricamente, también en uno mismo

Alcanzar la meta en una carrera tiene algo de metafórico, porque la que se vence es también la meta que uno mismo se ha puesto al haberse retado. La mayor satisfacción de los participantes se debía a ver recompensados su esfuerzo y sacrificio. ¡Chapó!

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Oihane LARRETXEA

Las personas que son corredoras, las que no perdonan la semana sin su dosis de footing, aseguran que este deporte engancha. No solo eso, sino que les hace sentirse bien, plenos, felices. Puede que se trate de gustos; las aficiones no son las mismas para todo el mundo, pero lo cierto es que llevan su parte de razón en lo que dicen.

Quizás, o seguramente, parte de «la culpa» la tienen las endorfinas que nuestro cerebro genera al correr -o al practicar otro tipo de ejercicio-. Estas pequeñas proteínas producen sensaciones muy similares a las de la morfina, el opio o la heroína, lógicamente, sin sus efectos nocivos.

No obstante, y más allá de las sensaciones que nuestro propio organismo es capaz de hacernos sentir, la verdadera felicidad la dan la superación, el esfuerzo, la capacidad de vencer los retos que una misma se ha marcado y demostrarse que sí, que has sido capaz. Las y los corredores de la Behobia-Donostia fueron el vivo ejemplo de todo ello, dejando de lado las marcas y los cronómetros, los récords y los tiempos. Detrás de cada zancada había muchos entrenamientos y esfuerzo. Y es por todo ello que tras la línea de meta, ayer, como en cada edición de esta apreciada carrera, las sonrisas se contaban por miles.

Historias sobre el asfalto

Nada más llegar al Boulevard, casi por inercia, los corredores miraban sus respectivos relojes. Anotar el tiempo y retirarse de la pista. Después, buscar la pared o el poste más cercano para estirar espalda y piernas. Dejamos que respirasen un par de minutos para que algunos de los participantes contasen a GARA sus sensaciones al culminar el recorrido.

Quien más quien menos había cumplido sus expectativas, aunque el viento no les puso las cosas nada fáciles, sobre todo en puntos concretos de la carrera, que les daba de frente. «El viento se lleva las ilusiones de las marcas y en estos casos el tiempo deja de ser prioritario, el propio corredor es consciente que no será brillante», admitía el baionarra Claude Mehats, aunque añadía sentirse «satisfecho y orgulloso» al haber llegado al Boulevard a los pocos minutos de que lo hicieran los primeros. El día lo pensaba redondear con una buena comida y bebida porque «no solo nos alimentamos a base de agua y arroz», bromeó.

Había también a quien las cuestas del recorrido le habían parecido ayer más empinadas que nunca, aunque claro está, no podía ser.

«¡Me siento plena!», exclamaba con alegría Susana Ruiz, que participaba por sexta vez. «Es una sensación muy especial, difícil de definir, pero el hecho de superarme es lo que me resulta tan gratificante».

En una Behobia-Donostia hay tantas historias como corredores. Personas que corren enganchados por una tercera, quienes lo hacen para cumplir una promesa, o en recuerdo de alguien. Silvia, natural de la capital condal, no podía parar de llorar de lo «orgullosa» que se sentía de sí misma. Las lágrimas brotaban de sus ojos como gotas de lluvia. A su lado Raquel la abrazaba con fuerza, porque fue ella quien la animó.

Un caso similar el de Manle y Mateo, padre e hija. Él, con veintiún ediciones, todo un veterano; ella, una experta en acudir a cada una de las ediciones a animar a su aita. Ayer corrieron juntos por primera vez, y resultaba difícil concretar quién de los dos se sentía más orgulloso del otro.

Las endorfinas durarán, porque además de corriendo, también se generan al recordar buenos momentos. Y ayer los hubo.

 

REIVINDICACIONES

La carrera, a través de los participantes, sirvió para trasladar mensajes en contra de los recortes en Sanidad o la reforma educativa. También participaron miembros de asociaciones contra la esclerosis múltiple y el Síndrome de Dravet.

ANDONI AREIZAGA

Los bomberos de Donostia recordaron con sus camisetas a Andoni Areizaga, compañero fallecido en octubre en accidente de tráfico junto al profesor Joxi Hernández y el montañero Iñaki Cuéllar. Areizaga era un habitual de la Behobia.

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