Mientras se espera a que, en un plazo no muy largo, se aclare la cuestión de fondo que está marcando este año la vida política de Euskal Herria, ya hay quien ha comenzado el nuevo curso dispuesto a hincar los codos de cara a los exámenes electorales del año 2007. La cita más cercana es la del próximo mes de mayo, cuando se realizarán comicios locales y forales en Hego Euskal Herria.

Esa cita estará marcada, de una u otra manera, por la evolución del proceso democrático que se pretende poner en marcha pero, sea cual sea la situación de fondo, es inevitable que el mes de mayo esté marcado en rojo en las agendas de las formaciones políticas.

Hace cuatro años, con estas elecciones comenzó una nueva etapa en la historia más reciente de nuestro país, la era del apartheid político impuesto a un amplio grupo social por defender unas ideas que chocan frontalmente con el actual estatus político-jurídico impuesto por el Estado español. Decenas de miles de vascas y vascos fueron excluidos de un plumazo del cuerpo electoral, algo inaudito en las democracias occidentales; se les negó el derecho a formar listas electorales y, ante la decisión de comparecer ante las urnas con sus candidaturas, se anularon cerca de 150.000 votos.

Aquel 25 de mayo de 2003 se consumó la estrategia pactada por PP y PSOE para intentar acabar con la izquierda abertzale. Desde entonces, ciertos partidos vascos no pueden exhibir la etiqueta de «demócratas» si no es bajo el más pétreo rostro de la hipocresía porque, objetivamente, han usurpado la representatividad de quienes fueron arrojados a la hoguera por no renunciar a sus principios políticos.

Por lo tanto, si algo debe caracterizar esta precampaña que ya está en marcha es el debate predemocrático. La ciudadanía tiene que ser consciente de que, antes de decidir por una opción determinada, es imprescindible apostar por un escenario democrático, en el que todas las opciones ideológicas se presenten ante el electorado en igualdad de condiciones. Y eso, hoy por hoy y al margen de augurios más o menos esperanzados, no sucede.

En un contexto marcado por ese déficit democrático estructural, resulta difícil comprender movimientos coyunturales como esos cócteles de siglas que sólo anuncian un esperpéntico concurso de disfraces sobre el escenario electoral. -