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Gara > Idatzia > Iritzia > Editoriala 2006-12-08
La UE, ante los turcos

Aunque a muchos pueda parecer que las relaciones entre Europa y Turquía son un asunto reciente, lo cierto es que el Estado turco lleva 43 años esperando que los europeos (la Comunidad antes y la Unión ahora) lo acepten en el club comunitario. El acuerdo de Asociación de 1963 abrió el camino a la unión aduanera, y el protocolo adicional de 1970 reforzó esa vía, que se concretaría en 1995; en 1997 fue designado país «elegible» y en diciembre de 1999 accedió al rango oficial de «país candidato»; las negociaciones de adhesión ­imposición del acervo comunitario, en realidad­ arrancaron el 3 de octubre del año pasado, tres años después de que el Parlamento Europeo comenzara a introducir todo lo relativo a los derechos humanos como cuestión clave a la hora de concretar la adhesión de los turcos a la UE; en junio de 2006 se cerró provisionalmente el primer capítulo de la negociación, el relativo a Ciencia e Investigación; y, finalmente, en una comunicación al Consejo, la Comisión Europea recomendaba hace diez días congelar las negociaciones de adhesión en ocho de los 35 capítulos que restan por acordar mientras Turquía no se ponga al día en su obligaciones aduaneras con Chipre. Esta es la última excusa, a la que desde Bruselas se trata de dar un cariz meramente técnico, pero que no sirve para explicar lo que está ocurriendo, o puede ocurrir.

Antes de que la UE piense en serio en aceptar en su club a Turquía, la Unión se verá obligada a responder, resolver y definir varias cuestiones, y hoy está muy lejos de poder hacerlo: en primer lugar, deberá digerir la última ampliación, y adecuarse a la ya decidida de Rumanía y Bulgaria en menos de un mes; tendrá que adecuar su esqueleto, sus músculos y su cerebro a una Unión a 27 con el último tratado constitucional congelado ­es decir, sin el nuevo reparto del poder que supere la insatisfacción de los «grandes» respecto al Tratado de Niza­; tendrá que abrir el melón del debate sobre dónde termina Europa y dónde quiere terminar la Unión (Turquía tiene fronteras con Siria, Irak, Irán, Armenia y Georgia); definir qué mensaje quiere enviar a los 15 millones de musulmanes de la Unión y a los 3 millones de turcos residentes en Alemania; confirmar el peso que la OTAN ­y EEUU­ tiene a la hora de decidir las sucesivas ampliaciones; buscar alternativas si la adhesión se eterniza ­Turquía es el séptimo socio comercial de la Unión­; decidir si, a partir de ahora, las ampliaciones se decidirán vía referéndum y, sobre todo, si los turcos quieren entrar, algo que hoy está menos claro que nunca ­dos tercios lo apoyaban en 2004, hoy sólo uno­.


 
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