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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2007-01-28
Patxi Meabe - Secretario Social-Justicia y Paz
Desorientación, y ahora ¿qué?

La palabra que mejor expresa el estado de ánimo de la sociedad vasca en estos momentos es desorientación. Y ahora, ¿qué? La respuesta depende del modo en que cada uno se sitúa ante el futuro, a partir de sus propios intereses, cualesquiera que éstos sean. El mío no es otro que contribuir a una paz justa y duradera.

1. No todos vemos de la misma manera la situación en que ahora nos hallamos, desde la perspectiva del proceso iniciado a partir del alto el fuego de ETA. Unos dicen que se ha roto, otros que está en suspenso y otros que el proceso sigue, o que tiene que seguir. No son sólo palabras. Si está roto, pero se quiere que haya, habrá que plantearse uno nuevo; si está en suspenso, bastará con poner en marcha lo que aún existe; si sigue en pie, habrá que plantear qué significa un alto el fuego compatible con atentados como el de Barajas.

2. La existencia a partir de ahora de un proyecto pactado ha de exigir algo nuevo. Si, en adelante, ha de existir o no el alto el fuego y en qué medida, es algo que ha de ser fruto de una decisión unilateral de ETA. Decisión que no puede cargarse en otras espaldas, por muchas que sean las razones que para tomar o no esta decisión pueda alegar ETA. Por otra parte, el diálogo político es algo plural. Sin voluntad plural no existe acuerdo comúnmente aceptado. Si ha de haber alto el fuego, habrá de ser ETA quien lo afirme y diga qué es lo que con esas palabras quiere decir. Cualquier forma de diálogo o negociación que haya de haber en el futuro habrá de ser algo nuevo que las partes han de aceptar sabiendo lo que realmente quieren. Lo cual sería una gran novedad respecto del pasado.

3. Decidir sobre lo «nuevo» que se pretenda hacer para la pacificación del Pueblo Vasco exige poner en claro qué es lo que se afirma cuado unos y otros dicen buscar y querer la paz para Euskadi y para España. Hay quienes creen que suprimida ETA, se alcanzará la paz por ser ella la única que la impide. Este planteamiento puede estar en la base del intento de hacer un único frente común de todos contra ETA, a nivel de Euskadi, del Estado e incluso internacional. Ello exigiría, de entrada, plantear la cuestión de la legitimidad de los medios que para conseguirlo se han de utilizar. ¿Todo valeŠ? Pero implicaría también ignorar y rechazar el cuestionamiento anteriormente asumido, que distinguía entre el logro de la paz, entendida como victoria sobre el terrorismo y el logro de la normalización jurídico-política del Pueblo Vasco, entendida como solución política del conflicto. El problema jurídico-político de Euskadi no puede reducirse a las pretensiones políticas de ETA. Si así fuese, se diría que ETA marca el tiempo y los ritmos de la política de España con los vascos y viceversa. Podría incluso parecer que la existencia de las dos mesas no era otra cosa que el precio pagado a ETA para negociar la paz en la mesa de la pacificación. Lo que no es verdad, ni políticamente aceptable.

4. De hecho, la relación entre las dos mesas ha demostrado ser una de las cuestiones más fundamentales y difíciles de resolver a lo largo del proceso. No plantearlo ahora como exigencia de lo «nuevo» que ha de hacerse para lograr la pacificación de Euskadi supondría caer en la misma imprevisión que ha llevado al fracaso. Está bien hablar de acuerdos o logros entre representantes de los grupos sociales y políticos que aseguren la totalidad de la representación ciudadana. Unos acuerdos que habrán de ser reconocidos por las pertinentes instancias políticas del Estado español, en conformidad con las exigencias de la justicia, no reductibles a las meras disposiciones normativas vigentes. Pero es ir en contra del derecho de la sociedad vasca a su libre decisión poner como condición de la validez de esos acuerdos y de las decisiones que los sostengan el beneplácito de ETA. Esta vigilancia tutelar haría de ella un elemento extraño a esa voluntad política de los mismos vascos, sobre los que estaría gravitando la presión de una intervención armada, puesta al servicio de lo que ETA considera ser la clave de la solución del conflicto político vasco.

5. Renunciar a cualquier aprobación o tutela por parte de ETA sobre acuerdos políticos que la llamada izquierda abertzale pueda alcanzar en los debates propios de la mesa política tiene que ser la vía democrática más adecuada para el logro de su legitimidad, tanto jurídica como social. Los acuerdos alcanzados en la mesa política, no pueden ser invalidados por intervenciones de ETA, por el hecho de que no sean de su agrado ni bajo el pretexto de que el Gobierno no cumpla con sus compromisos democráticos. Actuaciones de esta naturaleza van en contra de la necesaria legitimación de la izquierda abertzale y dan razones a cuantos son contrarios a ella. Además, el hecho de tener que hacer política desde la ilegalidad perjudica a quienes tienen que recurrir necesariamente a ella, a pesar de haber hecho su opción pública por las vías propias de la lucha política.

6. Superando la tentación de creer que el paso del tiempo ha de resolver los problemas, se han de analizar algunas cuestiones fundamentales, sin cuya solución, difícilmente podrán evitarse fallos del pasado. Una de ellas es la relativa a la posibilidad de que el conflicto vasco tenga solución. Al menos si por solución entendemos algo más coherente con la justicia que la mera imposición del más fuerte. En el llamado conflicto vasco existen temas de difícil solución si las posturas mantenidas no se modifican. Posturas incompatibles que se mantienen como irreformables por principio. El choque entre lo incompatible y lo inmutable se hace inevitable, lo que equivale a situarse en el fracaso. ¿No es esto lo que sucede con los temas de la autodeterminación y la territorialidad de Euskadi? Es sorprendente el carácter absoluto que se da a estas palabras siendo así que en su realidad histórica tienen una innegable dimensión de «relatividad». Si queremos buscar soluciones para el futuro hemos de evitar atascos insuperables. No pretendo ofrecer a nadie vías de actuación operativas, sino ayudar a que los caminos de la paz sean más justos y eficaces. -


 
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