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Jóvenes sobrios

Fede de los Ríos - Profesor

No contentos con las leyes y decretos para combatir la obesidad y el uso del tabaco, ahora además, el vino. Para que el sufrimiento se nos muestre en su estado puro, sin analgésico alguno. Una nueva ley para defender a los jóvenes del alcohol está en ciernes.

Si tan preocupados se encuentran con la juventud ¿por qué no legislar contra la especulación urbanística? Y en consecuencia, encarcelar a todo constructor o propietario de una inmobiliaria que, buscando el beneficio, sustraiga más del treinta por ciento del salario de los jóvenes, impidiéndoles de hecho el derecho a una vivienda, derecho que garantiza la tan loada Constitución española.

Expropiar, asimismo, las fábricas y ponerlas a disposición de los jóvenes productores para garantizar el derecho al trabajo y un salario digno. Ilegalicen las ETT.

Prohíban la entrada en mcdonals a los menores de setenta y cinco años, aunque vayan acompañados.

Si de defender a los jóvenes se trata, cierren todas las televisiones o, por lo menos, clausuren los programas atentatorios contra el normal de- sarrollo de la conexión entre neuronas que posibilita el pensamiento, algo que los humanos poseímos algún día.

Impidan en los centros educativos las prácticas oscurantistas que inculcan la sumisión con el cuento de que el sacrificio es cosa buena. Destierren de las aulas el autoritarismo y el sexismo.

Introduzcan en corsés de la talla treinta y cuatro a los diseñadores de moda, haciéndoles desfilar día y noche en pasarelas habilitadas en las plazas públicas. Y con tacones de diez centímetros.

Desarmen a sus diferentes policías y, tras una educación que supere su anterior fracaso escolar, ofrézcanles trabajos propios de personas normales. Fomenten el organizacionismo juvenil y no su criminalización y encarcelamiento. La autogestión de sus espacios y no su desalojo.

Los jóvenes viven un presente dependiente, sin las necesidades básicas de trabajo y vivienda resueltas. Con necesidades absurdas creadas por vendedores de mercancías superfluas. Su futuro se les revela crudo.

Si será pérfida la maldad del Estado que ahora, además de tenerlos jodidos, encima los quiere sobrios.

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