Pieds-noirs
"Days of Glory"
Mikel INSAUSTI
Debe ser el signo de los tiempos que corren, que la guerra nunca termina, pero el género bélico es el que mejores películas está dando últimamente. Y si lo que todos los cineastas actuales buscan es un mayor realismo, sin duda Bouchareb lo ha conseguido plenamente. En «Indigènes» el combate nunca es algo lejano, está asumido en muy primera persona y, aunque se trata de la II Guerra Mundial, la lucha cuerpo a cuerpo sigue siendo un elemento básico de la acción. Esa misma crudeza se extiende a las grandes batallas, mediante un estilo seco que se llena de tensión en la escaramuza final en una aldea alsaciana. Esto no es un videojuego ni nada que se la parezca, y si el espectador sufre con los protagonistas es porque a lo largo de la narración ha ido tomando conciencia de su situación límite. La implicación resulta mayor por el rechazo que provoca la injusticia que se cometió con los combatientes reclutados por el Ejército francés en el norte de África.
La identificación es total gracias a las extraordinarias interpretaciones de Jamel Debbouze, Roshdy Zem, Samy Nacéri, Sami Bouajila y Bernard Blancan. Los cinco fueron premiados por su actuación conjunta en el Festival de Cannes con acertado criterio, pues representan a la perfección la idea del grupo doblemente unido, por la camaradería que da el uniforme cuando se comparte el afán de regresar a casa con vida, así como por la procedencia cultural que les une a un origen común. En realidad, a ellos les tocó hacer dos guerras a la vez, ya que además de la que libraron contra los nazis tuvieron que enfrentarse a sus propios superiores, que siempre les trataron como a soldados de segunda. Fueron carne de cañón, esclavos coloniales al servicio de la metrópoli para usar y tirar, sin rango militar ni reconocimiento alguno. Lo que «Indigènes» pretende, en definitiva, es denunciar al mundo la deuda histórica contraída con estos hombres, a los que se les han venido negando las pensiones a las que tenían derecho y que, a día de hoy, sus familias siguen sin cobrar.
La película de Bouchareb es excepcional porque avanza impulsada por una reivindicación muy concreta llevada hasta sus últimas consecuencias, lo que no evita un excesivo afrancesamiento en su concepción. Es el único «pero» que se le puede poner, seguramente debido a la poderosa influencia en ese mercado del cine de Tavernier, dado que existen inevitables paralelismos entre «Indigènes» y «Capitán Conan». Subyace un interés patriótico en el fondo de la propuesta, algo que siempre me ha parecido contradictorio en este tipo de realizaciones que se suponen antimilitaristas. El reconocible toque chovinista está ahí, superado por fortuna en la justificación que Bouchareb encuentra de que los llamados pieds-noirs fueron meras víctimas de la colonización. Viéndolo así, se comprende que unos argelinos se pasen toda la guerra obsesionados con la idea de ser admitidos dentro de lo que definen como la madre patria, porque ello supondría lo mismo que hoy en día para los inmigrantes sin papeles obtener el permiso de trabajo a través de la concesión de la nacionalidad. Encima veían que su sangre musulmana derramada por una misma bandera no valía tanto como la de los nacidos en el terroir y que sus heridas de guerra nunca eran recompensadas con el tan ansiado ascenso y el consiguiente aumento de paga. La libertad, la igualdad y la fraternidad a las que aspiraban terminan siendo una mala versión europea del sueño americano.
T.O.: «Indigènes».
Director: Rachid Bouchareb.
Guión: R. Bouchareb y Olivier Lorelle.
Producción: R. Bouchareb, Jean Bréhat y Jamel Debbouze.
Música: Armand Amar y Khaled.
Intérpretes: Jamel Debbouze, Roshdy Zem, Samy Nacéri, Sami Bouajila, Bernard Blancan.
País: Coproducción; 2006. Género: Bélica. Duración: 120 minutos.