La maquinaria que el poder es capaz de poner en marcha en contra de toda disidencia persigue varios objetivos. Uno de ellos es, sin más, mostrar su capacidad para que quede clara la inutilidad de enfrentarse a ella. Desmovilizar a la ciudadanía es, antes incluso que dar el brazo a torcer en este o aquel asunto, lo que el poder pretende con sus demostraciones de fuerza. Y, sin embargo, hay veces en que la ciudadanía sigue adelante con sus demandas. Incluso hay veces en que esas demandas consiguen hacerse oír y vencer.

Los vecinos y vecinas del municipio arabarra de Zigoitia que han pasado más de año y medio peleando para que los delirios de grandeza de un pequeño mandatario local no dieran al traste con el refugio de la historia, la cultura y la naturaleza de este país que supone la cueva de Mairuelegorreta deben estar pensando ahora que que merece la pena luchar, que se pueden conseguir cosas cuando se tiene la razón y la voluntad de luchar y que, en definitiva, no es tan fiero el ogro como lo pintan. Que las manifestaciones, las consultas populares, incluso el tan denostado voto en unas elecciones, pueden ser herramientas eficaces en manos de quienes no están dispuestos a conformarse con lo que decidan a puerta cerrada en los centros de poder, por muy local y cercano a los ciudadanos que éste se presente. Y es que el nuevo Pleno municipal de Zigoitia ha aducido razones medioambientales y el importante rechazo vecinal para decidir, por unanimidad, incluido el PNV relegado a la oposición, olvidar el proyecto que pretendía realizar importantes obras en la cueva de Mairuelegorreta y en sus accesos en el Parque Natural del Gorbea para convertirla en reclamo turístico.

También quienes se oponen a la creación de plantas incineradoras para la gestión de los residuos urbanos han recibido estos días un nuevo respaldo, aunque es muy posible que se quede en un mero respaldo formal y que en Diputación siga el mismo camino que han seguido los muchos posicionamientos en favor de la búsqueda de alternativas a la incineración. Si no existiera esa oposición, no habría esperanza, la incineración se habría implantado y estaríamos hablando ya de sus consecuencias. Con una oposición constante como la que existe en Gipuzkoa, tal vez, algún día se reabra el debate y, ¿quién sabe?, se pueda hablar de alternativas con menor coste social.