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Javier Sádaba 2007/9/26

Me decido a escribir

(...) me gustaría acercarme a lo que se llama crisis, desaparición, minimización o absorción de lo que se ha entendido por una izquierda emancipatoria.

De esto, al menos de vez en cuando, se habla. Y suele hacerse desde dos perspectivas. Una es más moderada. La otra, más radical. (...)

No negaré que las dos tienen su punto. Sólo que la primera suele acabar en comparsa y la segunda todo lo apuesta a un futuro del que aún no se ve ni siquiera un resquicio. Lo cual no quiere decir que el altermundismo no contenga una fuerza moral que en cualquier momento sea explosiva. Precisamente en relación con esto último se me ocurre volver a algunas propuestas (...)

En primer lugar, dejar de considerar intocables los tabúes que se nos han impuesto desde la transición. Un ejemplo de tales tabúes lo tenemos en la condena al semanario «El Jueves». No se trata de faltar al respeto a nadie. Se trata de mostrar que se debe exigir la igualdad de todos ante la ley o que, por ejemplo, lo que sucede en el País Vasco interesa y, por lo tanto, todos han de tener voz. ¿Nos imaginamos, sin embargo, un programa de televisión con la participación de un miembro de Batasuna y al que se le dejara hablar sin insultarle? Recuperemos, en consecuencia, la libertad de expresar lo que Chomsky llamó «lo tácito», «lo intocable». No sé muy bien desde dónde, pero, al menos, que se intente.

En segundo lugar, no estaría de más recuperar la esencia del pensamiento libertario. (...) Existe un principio, dentro de la tradición citada, que es esencial: la lucha contra el poder por el poder, contra un poder que, en vez de representar, rapta votos. En muchos casos, la abstención es el mejor camino para desautorizar a los que, más por posición que por oposición, mandan, Y, en tercer lugar, unido, desde luego, a lo anterior, busquemos los puntos débiles de la sociedad, aquéllos en los que se puede actuar y de esta manera ir sembrando la semilla de lo que podría ser más adelante una política digna de ese nombre.

En caso contrario seguiremos dando marcha a una forma de hacer política que se basa en la ficción de dos alternativas distintas, aunque en el fondo, si no en la superficie, son bastante parecidas. Así se entra en la noria de unas votaciones que quitan y ponen más para hacer el juego de la democracia que para crear democracia; o en la fábula de las promesas y en la retórica que sólo busca la movilización a las urnas y hacer un hueco a los partidos políticos. (...)

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