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Pesadilla

Esta noche he tenido un mal sueño, una pesadilla recurrente. He llamado a mi echadora de cartas, a mi consultor esotérico y a mi terapeuta y no me han sabido dar consuelo. Como todas las pesadillas se cruzan dos acciones y se confunden. Y me confunden todavía más. En la primera es un partido de fútbol, o algo similar que en ocasiones me recuerda un circo romano y en otras una lonja de pescado. Por el extremo derecho corre una pareja con un balón en forma de balanza de la justicia, se la van pasando sin que nadie del equipo contrario sepa detenerlos, al final alguien formado por un conjunto de rasgos de presidente de un gobierno guerrero, de un juez con muchas ínfulas y algún toque militar que no reconozco plenamente centran el balón, que se convierte en un legajo con muchos papeles, y tarda meses, años, en el aire, se hace interminable el recorrido, hasta que cae al área, muy hacia la derecha, hay unos intentos de despejarlo pero al final alguien con ojos azules, cuerpo formado por partes de magistrados y alguna chorrera, remata y marca un gol. En el marcador aparecen letras confusas, veo a leones, tigres, masas con aguiluchos en unos emblemas, fuego de los infiernos, y una mujer sola, a punto de ser mancillada, creo que la llaman democracia.

Cuando salgo de este episodio entro en otro, esta vez son millones de folios en blanco, manchados con una tinta color caqui, apestosa. Se doblan y forman imágenes sicodélicas, y en esas imágenes van apareciendo las caras de amigos, de compañeros, de gente de bien, utopistas, luchadores por unos ideales, apostadores por una dignidad personal y colectiva que parecen un legado del pasado, pero que si les escuchas con detenimiento están hablando para hoy, porque si no mañana será un desierto con parques temáticos. Estas caras resultan ser los actores de una especie del túnel del terror, espectros que habitan en castillos medievales, en mazmorras. No gritan, simplemente recitan poemas y cantan. Y sus voces, muy suaves van derrumbando muros, porque al otro lado otros cientos de miles de voces soplan aires de libertad. Cuando despierto, como medida preventiva, apago la televisión.

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