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El tablero de ajedrez español y sus derivaciones en territorio francés

Es día de elecciones legislativas en Rusia. Un país gobernado por un antiguo espía que va camino de convertirse, casi un siglo después de la Revolución que acabó con el poder de las dinastía, en un nuevo zar. Serán unas elecciones sin oposición y sin monitoreo internacional. Unas elecciones que, dentro del contexto geopolítico occidental, donde los estándares democráticos están en números rojos, aparecen a la vista de todo el mundo como un puro trámite de las élites económicas y políticas del país para mantener su estatus y su poder.

Esta misma semana veíamos las imágenes del ex campeón del mundo de ajedrez Gari Kasparov y otros miembros de la oposición siendo detenidos en las calles de Moscú. Los comentarios en los medios de comunicación occidentales eran ilustrativos de la preocupación que causa la limitación de derechos democráticos... siempre que ésta se produzca fuera de la UE.

El mismo día de las elecciones legislativas rusas, varias decenas de cuadros políticos, agentes económicos y activistas sociales vascos pasarán las primeras noches de las que se presumen ya unas increíblemente largas condenas en la cárcel. Salvando las distancias, han sido condenados 46 Kasparov vascos y ni en Moscú, ni en Madrid, ni en Londres parece que nadie sea consciente de la gravedad e implicaciones de esa actuación.

El Gobierno español mueve ficha, para tratar de restar terreno a las aspiraciones de los sectores más activos del independentismo vasco, y en esa partida que libra no presta atención a reglamento alguno. Incluso se permite traspasar fronteras, por cierto con la colaboración activa de un país que se presenta a sí mismo como árbitro, pero que es peón necesario de una estrategia conjunta para negar la existencia del pueblo vasco.

La muerte de un agente de la Guardia Civil en un tiroteo con presuntos miembros de ETA ocurrido a más de medio centenar de kilómetros de la «frontera franco-española» y en el que fue herido de gravedad otro agente del cuerpo militar español no puede ser explicada como una persecución en caliente, pues supera con creces el radio de 10 kilómetros que rige para tal incursión territorial, y la titular del Ministerio de Interior francés habla de una «operación rutinaria» sin argumentar que el origen de la misma fuera la persecución de un delito ocurrido poco antes en otro estado.

A falta de conocer todos los detalles sobre ese operativo de «cooperación antiterrorista» hay razones para apuntar de entrada a una aplicación un tanto generosa del convenio de Schengen. Por ello, la ministra Alliot-Marie, además de participar de las muestras de condolencias por la muerte del agente de la Guardia Civil, debería dar explicaciones más detalladas a los contribuyentes de su país sobre esa «presencia habitual» de agentes extranjeros en la República, y aclararles si también es una rutina cederles para su uso vehículos a cargo del presupuesto de su ministerio.

Líderes menguantes como muñecas rusas

El mismo día de las elecciones legislativa rusas, el Partido Nacionalista Vasco elegirá un nuevo presidente del Euzkadi Buru Batzar, tras cuatro años de presidencia de Josu Jon Imaz en los que el nacionalismo institucionalista vasco ha sufrido el mayor acoso por parte del Estado español de los últimos treinta años -ha sido juzgado su antiguo consejero de Interior Juan María Atutxa, ha sido detenido uno de los miembros de su ejecutiva, Gorka Agirre, y el lehendakari Ibarretxe se enfrenta a un juicio que postula su inhabilitación política-. Ni qué decir del nacionalismo vasco en general, sobre el que ha caído la impotencia de la clase política y judicial española con toda la fuerza que un estado puede ejercer.

Sorprendentemente, durante esos cuatro años de mandato de Imaz, en un contexto político apropiado para un desarrollo del eje soberanista -siquiera como respuesta al acoso por parte del nacionalismo español-, el discurso político del PNV ha degenerado en un compendio de recetas más propias de un libro de autoayuda para empresarios que de un líder nacionalista.

Desde la «cosoberanía« hasta la «transversalidad», pasando por la idea de «seducir a España», Josu Jon Imaz ha intentado por medio de esa nueva terminología llevar al partido a unos postulados ideológicos públicos que no llegan ni al más insano de los regionalismos. La respuesta de sus votantes en las urnas ha dejado claro que o no le entienden o no están de acuerdo. La atmósfera política no ha ayudado a hacer esas «nuevas» ideas -basadas en «viejas» prácticas que su partido lleva décadas aplicando- más comprensible para una sociedad que se levanta todos los días con nuevas operaciones policiales, políticas o judiciales contra algunos de sus conciudadanos más respetados. Sus propios adláteres han tenido que amortizar a Imaz para poder mantener el poder interno y externo del partido, ante la perspectiva de una crisis política que olía a nuevo cisma.

Pero, finalmente, las aguas volverán a su cauce y como prueba ciertamente gráfica de que el espíritu de supervivencia es lo que se impone, las imágenes de la detención de periodistas, políticos, empresarios, escritores, religiosos, feministas, ecologistas, profesores de universidad, sindicalistas o sociolingüistas -a la vez que hombres, mujeres, viejos, jóvenes, abuelos, madres, hijos- se mezclaban con las declaraciones del portavoz del sector «abertzale» del PNV en las que, en clave positiva, decía que se «abren nuevos tiempos» para Euskal Herria. ¿A que se refiere Joseba Egibar? ¿A quién dirige sus palabras?

Hoy los compromisarios jeltzales elegirán a un nuevo lehendakari para el EBB, con la única candidatura de Iñigo Urkullu. El mismo que no se atrevió a postularse hace cuatro años por falta de carisma y catapultó en su lugar al fallido Imaz. El portavoz, siguiendo su propia lógica, de la «derecha radical vasca».

El liderazgo dentro del PNV, desde Arzalluz hasta Urkullu, parece un liderazgo menguante, donde las muñecas rusas cada vez son más pequeñas.

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